lunes, 28 de febrero de 2011

El regocijo por el pecador arrepentido

¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirlo. Pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los píes.
Lucas 15:22.


Lectura diaria: Lucas 15:11-32. Versículo para memorizar: Lucas 15:22.


ENSEÑANZA


Cuando un pecador se arrepiente hay fiesta en el cielo. Aquí Lucas nos relata tres casos donde se refleja el amor incondicional de Dios. Primero nos hace referencia a la parábola de la oveja perdida: No le importa dejar las noventa y nueve en el campo y salir presuroso a buscar la extraviada: “Les digo que así es en el cielo, habrá más alegría por un solo pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos” (v. 7). De igual manera sucede con el siguiente relato del Señor: la mujer teniendo diez monedas de plata pierde una y no descansa hasta encontrarla, y comparte su gozo con sus amigas: “Les digo que así mismo se alegra Dios con sus ángeles por un pecador que se arrepiente” (v. 10). La parábola del hijo pródigo ya es mucho más contundente: a pesar de saber el padre que su hijo se había malgastado toda la herencia que le había proporcionado, en su corazón había un lugar para éste y con ansiedad esperaba verlo regresar. Así sucedió y ese día hubo gran banquete en su casa. El hijo mayor no podía entender cómo había tanta euforia por haber regresado el hermano desobediente y le hizo el reclamo. Con amor el padre le responde: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo y todo lo que yo tengo es tuyo. Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida, se había perdido pero ya lo hemos encontrado” (vv. 31-32).


Dos lecciones para aprender: Así no lo creamos Dios es incansable en la búsqueda del pecador. Él no desea que nadie perezca. Por otro lado, nosotros los que ya hacemos parte de su reino, tenemos todo a nuestra disposición (promesas, bendiciones, etc.), y si no tomamos lo que nos pertenece ya es cuestión de cada cual, pero que están disponibles, están. Quizá comparamos a fulanito con menganito y resultamos incómodos con Dios pensando que es injusto. Nuestra obligación es dar gracias continuamente al Padre por habernos mirado con amor y tenernos en el sitio donde ahora estamos. ¡Nuestros nombres ya están escritos en el Libro de la Vida! Y eso vale mucho más que todo lo material.

Tal vez hoy el Señor está esperando por ti y llegó el momento de decidirte, habrá fiesta en el cielo si aceptas la invitación de Dios para arrepentirte. ¿Quieres hacerlo? Te puedo guiar; oremos:

Amado Padre Celestial: Reconozco que soy pecador y vengo a ti para que me perdones y me limpies. No quiero seguir vagando por el mundo sin una razón de ser. Señor Jesucristo, te necesito y te entrego mi vida para que la administres. Gracias por venir a pagar por mí, gracias por perdonarme y gracias por escribir mi nombre en el Libro de la Vida. En el nombre de Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.

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