viernes, 4 de febrero de 2011

¿Qué tienes en el corazón?

Porque de adentro del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad.
Marcos 7:21-22.


Lectura diaria: Marcos 7:14-23. Versículos para memorizar: Marcos 7:21-22.


ENSEÑANZA


El Señor conociendo los pensamientos del hombre, instruye a sus discípulos enseñándoles que no por lavarse las manos, van a estar más limpios, ni por comer o dejar de comer ciertos alimentos. La pureza y limpieza solamente la podemos obtener cuando aceptamos el sacrificio de Jesús por nosotros y su bendita sangre nos limpia de todo pecado. La naturaleza pecaminosa que existe en cada persona está arraigada y de ahí que del corazón no puede salir nada bueno. No hay nadie que pueda declararse libre de pºº ecado. Romanos 3:23 nos afirma: “pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios”; Así que por más que el hombre trate de ser bueno, de buscar a Dios a través de diferentes medios como religiones, sectas, filosofías, etc., no va a lograr alcanzarlo porque precisamente el misterio de la salvación no es el hombre llegando a Dios, sino Dios en su infinita misericordia y amor, llegando al hombre a través de Jesucristo. Él es el único que nos puede lavar, limpiar, purificar y restaurar. Esto no significa que no volvamos a caer y pecar, pero por el hecho de reconocer a Jesús como Salvador y quien vino a pagar por todo el precio de nuestras culpas, ya Dios nos mira con otros ojos. El cielo no estará lleno de gente buena, estará lleno de gente pecadora pero arrepentida, lavada y justificada con su sangre.


¿Qué tienes en tu corazón? ¿Odio, celos, contiendas, inmoralidad sexual, brujería y “otras cosas parecidas”? (Gál 5:21). Todo esto es obra de la naturaleza pecaminosa. Deja que Jesús llene tu vida y acéptale como Señor y Salvador personal, para que el Espíritu Santo empiece a hacer la obra de limpieza y purificación de tu corazón a través de su fruto (Gál. 5:22-23).


ORACIÓN


Señor Jesucristo: Yo reconozco que soy pecador y que tú viniste a morir por mí en una cruz. Te entrego mi vida para que seas el Señor y Salvador de ella y a través tuyo, el Espíritu Santo me inunde de su presencia y aprenda a desarrollar cada día el fruto bueno, que me vaya transformando en la persona que quieres que yo sea. Gracias por venir a mí, por perdonarme y limpiarme y por darme todo el poder de tu Santo Espíritu. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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