jueves, 17 de febrero de 2011

Así no seamos profetas en casa

Jesús continuó: Seguramente ustedes me van a citar el proverbio: “¡Médico, cúrate a ti mismo! Haz aquí en tu tierra lo que hemos oído que hiciste en Capernaúm”.
Lucas 4:23.


Lectura diaria: Lucas 4:14-30. Versículo para memorizar: Lucas 4:23.


ENSEÑANZA


Hoy llegué a la conclusión que al igual que el Señor, nadie es profeta en su tierra (v. 24), y muchas veces esa tierra se llama casa. Es más fácil ministrar afuera que adentro: “¡Médico, cúrate a ti mismo!”. Desafortunadamente, en los tiempos actuales en muchos hogares lo que digan papá o mamá está “out”, “fuera”; y a lo malo se le llama bueno incluso con el aval de la justicia; pues los hijos ahora tienen más garantía que los padres. Si son menores porque se les permite todo. Eso lo demuestra claramente un programa que se está transmitiendo en Colombia los domingos, donde por ser menores los muchachos pueden cometer toda clase de atropellos a la ciudadanía y todo es en resumidas cuentas, como si nada hubiese sucedido, así sean homicidios, atracos, secuestros, etc. Volviendo al hogar, si los hijos ya son mayores de edad, menos un padre puede hacerse respetar y actuar como antaño o simplemente como lo ordena Dios, porque si se toca, la demanda puede terminar en cárcel para el padre o madre que se atreva a castigarlos. La Biblia dice que hay que castigar al necio (Pr. 22:15 y 23:13-14), pero como es Palabra de Dios y las leyes no lo permiten, entonces, hay que dejarlos.

Leyendo también Génesis 48, pude entender y a la vez compartirles esta lección: que pase lo que pase, nuestro deber es orar por ellos. Jacob oró por sus hijos, pero lo bonito de este capítulo es que tomó a Efraín y Manasés por hijos suyos, es decir los adoptó y permitió que la bendición que Dios le había dado, se extendiera también hacia ellos. Hay que orar por nuestros hijos, no importa cuántas trabas haya puesto Satanás en el camino; no importa que ellos no nos entiendan y que incluso nos tomen por locos. Tenemos una misión ante Dios y es guiarlos por el camino recto desde la niñez (Pr. 22:6).


Bendigo a todos mis hijos haciendo un plagio de la oración de Jacob por Efraín y Manasés. “Que el Dios en cuya presencia camino, el Dios que me ha guiado desde el día en que nací hasta hoy, el ángel que me ha rescatado de todo mal, bendiga a mis tres hijos. Que por medio de ellos sea recordado mi nombre. Que crezcan y se multipliquen sobre la tierra”. La oración, la mejor arma para contrarrestar: “¡Médico, cúrate a ti mismo!


ORACION


Amado Jesús: Te necesito. Confieso que soy pecador y que tu bendita sangre me limpia de todo pecado. Toma mi vida y haz de mi la persona que deseas que yo sea. Te acepto como mi Señor y Salvador. Gracias por perdonarme y limpiarme; por entrar en mi vida y por darme todo el poder de tu Santo Espíritu para entender mi misión como padre o madre en mi hogar. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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