domingo, 13 de febrero de 2011

Bendiciones para los hijos

Derramaré mi Espíritu sobre tu descendencia, y mi bendición sobre tus vástagos, y brotarán como hierba en un prado, como sauces junto a arroyos.
Isaías 44:3b-4.


Lectura diaria: Isaías 44:1-5. Versículo para memorizar: Isaías 44:3b-4.


ENSEÑANZA


Como madres, las mujeres tendemos a preocuparnos mucho por nuestros hijos y esto es muy lógico. A veces sufrimos porque no van a la iglesia, o no siguen los caminos del Señor. La lectura del día, nos deja bien claro que tenemos una promesa frente a los hijos y Dios no se olvidará de cumplirla en su tiempo. En el versículo siguiente leemos: “Uno dirá: “Pertenezco al Señor”; otro llevará el nombre de Jacob, y otro escribirá en su mano: “Yo soy del Señor”, y tomará para sí el nombre de Israel” (v. 5).

Como padres, especialmente en el caso de madres, queremos todo ya. El Señor tiene un tiempo para todo y nuestros tiempos no son los de Él. Nos basta con saber que si lo dice así es y solamente tenemos que decir “amén” con acción de gracias. Además en Hechos 16:31, también Dios nos da la promesa que todos los de la casa llegarán a sus píes. Difícil de entender porque tal vez se den muchas vueltas y desvíos antes de coger el camino correcto que llevará a feliz término, la obra del Señor y ver la promesa cumplida. Recién convertida supe de un caso, donde la madre murió y nunca supo sobre la conversión de su hijo; sin embargo, su misma muerte, sirvió para que este hombre por el que la madre había llorado y clamado tanto, se convirtiera al Señor. Puede que veamos la realización de lo prometido y qué mejor que eso para tener el gozo de compartirla y glorificar a Dios, pero si no está en el tiempo asignado, de igual forma allá en el cielo nos regocijaremos al comprobar que ellos iban detrás de nosotros.


Aprendamos lo que hoy el Señor nos enseña: “Así dice el Señor, el que te hizo, el que te formó en el seno materno y te brinda su ayuda: No temas, Jacob, mi siervo” (v. 2), cambia el Jacob por tu nombre porque es a ti a quien Dios te está hablando. Y si los hijos ya conocen la Palabra de Dios pero están alejados, la obra le corresponde al Señor, no a nosotras; Él se encargará de completarla hasta el fin. Nos queda en ambos casos como meta y obligación, orar, orar y orar. Es lo mejor que podemos hacer.


Ésta es una de las bendiciones que tenemos como hijos de Dios: “Tú y tu casa serán salvos” y gozarán también de los privilegios como tales. Si deseas conocer al Dios de la gloria y poder, te invito a orar conmigo; dile así:

Señor Jesucristo: Yo te necesito, te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Entra en mi, perdona mis pecados y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Jesús, por venir a morar conmigo, por perdonar mis pecados y por darme una nueva vida contigo. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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