martes, 15 de febrero de 2011

¿Quién es tu Dios?

¿Con quién vas a compararme, o a quién me vas a igualar? ¿A quién vas a asemejarme, para que seamos parecidos?
Isaías 46:5.


Lectura diaria: Isaías 46:1-13. Versículo para memorizar: Isaías 46:5.


ENSEÑANZA


En la lectura del día hay dos puntos fundamentales: Primero Dios nos hace ver a través del profeta a quién tenemos como Dios. Somos como el pueblo de Israel, tercos y obstinados además de desobedientes. Ellos se dejaron llevar por costumbres paganas de otros pueblos y también se hicieron sus dioses aparte. El Señor les reclama por el pecado e incluso cómo se cargan por llevar las imágenes a todo sitio donde van (vv. 1-2). Sin embargo, el amor y la misericordia de Dios son tan grandes que no son ellos quienes deben llevar esa pesada carga, porque desde mucho antes ha sido el Señor quien los ha cargado desde el vientre y llevado desde la cuna (v. 3). Exactamente pasa ahora con nosotros: desobedientes, tercos e infieles; aún así, somos preciosos para Dios. Sigue relatándonos el capítulo, que igualmente se olviden de Dios, Él jamás los abandonará, porque permanecerá a su lado incluso hasta la vejez, como buen Padre, seguirá cuidándolos (v. 4). Su Iglesia es ahora su pueblo y también estas promesas son para nosotros.


Viene el segundo punto importante: Porque pase lo que pase, seguirá siendo el Dios, el mismo que nos cautivó y llevó en sus brazos y su propósito en cada uno se cumplirá al píe de la letra, lo que ha dicho así será (vv. 10-11). Aquel que empezó la buena obra la concluirá por encima de lo que nos pase o de lo que pueda venir.


Como lección, ¿Quién es tu Dios? ¿Cambiaste al Señor por imágenes que no ven ni oyen? ¿Te volcaste hacia la religiosidad, magia o hechicería, creyendo encontrar la respuesta? ¿O quizá has hecho de tu vida un ídolo, como del trabajo, de tu casa o tu carro para disipar la pena? Dios quiere que a pesar de lo que nos suceda, siempre le tengamos como el único y suficiente Dios. Recordemos el primer amor con el Señor y sigámoslo viendo como lo que es: “Yo soy Dios y no hay ningún otro. Yo soy Dios y no hay nadie igual a mí” (v. 9).


Amado Señor: Entiendo que el único Dios verdadero eres tú. Hoy te pido Jesús, que tomes mi vida y perdones mis pecados. Te recibo como mi Señor y Salvador personal. Gracias por venir a morar conmigo, por perdonar mis pecados y por darme claridad respecto a quién eres en verdad. En el nombre de Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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