domingo, 6 de febrero de 2011

Démosle paso al Señor

Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará. Hará que tu justicia resplandezca como el alba; tu justa causa, como el sol de mediodía.
Salmo 37:5-6.


Lectura diaria: Salmo 37:1-9. Versículo para memorizar: Salmo 37:5.


ENSEÑANZA


Hay circunstancias donde solamente podemos esperar que sea el Señor quien salga a favorecernos. Muchas veces queremos actuar por nuestra propia cuenta y no le damos campo para que sea Él quien abra brechas y lo buscado, tenga un feliz término.

El rey Ezequías de Judá, nos deja un ejemplo claro al respecto: Ante la presión del rey de Asiria para tomarse la ciudad de Jerusalén, sus amenazas e insultos incluso al mismo Dios, lo que hizo fue elevar una oración al Señor Todopoderoso, reconocerlo como el Soberano Dios y dejarlo actuar. Termina su oración diciendo: “Ahora, pues, Señor y Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra sepan que sólo tú, Señor eres Dios”. (Is. 37:29). Ezequías puso en práctica los versículos de estudio del Salmo 37; encomendó al Señor el problema, confió en Él y lo dejó todo en sus manos, convencido de que la justicia resplandecería como el alba y como el sol del mediodía. Su oración sincera llegó a Dios y le responde al rey a través del profeta Isaías, donde le asegura que ni una sola flecha se lanzará contra Jerusalén, ni nada de sus malvados planes se realizarán, porque el mismo Señor lo hará regresar por el camino que iba: “¡en esta ciudad no entrará! Yo, el Señor lo afirmo” (Is. 37:34). Dios se encargó de confundir al enemigo y de hacer que sus mismos hijos le mataran.


La lección para aprender: Creer que para Dios no hay nada imposible, sea cual sea la adversidad a la que estemos enfrentados. Démosle paso al Señor y permitámosle actuar en nuestro favor, para que todos los que se encuentren a nuestro alrededor sepan, que el Dios en quien confiamos es el Rey Todopoderoso y toda la honra y gloria sean para Él.


ORACIÓN


Amado Jesús: Yo te necesito y reconozco que soy pecador. Te entrego mi vida con todos los problemas que tengo por delante, para que hagas de ella lo mejor para mí. Perdona mis pecados. Te recibo como mi Señor y Salvador personal. Gracias Señor por venir a morar conmigo; por perdonarme y limpiarme; por defender mi causa y por darme todo el poder de tu Santo Espíritu. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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