lunes, 6 de diciembre de 2010

¡SOS POR COLOMBIA!

Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra.
2 Crónicas 7:14.


Lectura diaria: 2 Crónicas 7:13-15. Versículo del día: 2 Crónicas 7:14.


ENSEÑANZA


Es difícil escuchar y ver las noticias de nuestro país, y no quebrantarse el corazón ante tanta calamidad. Niños desprotegidos llorando, madres aterradas viendo cómo las aguas impetuosas se llevan sus enseres, padres buscando a sus hijitos en medio de derrumbes y lodazales, carreteras tapadas completamente por montañas, labriegos tratando de recuperar algo de sus cosechas y hombres viendo a ver cómo rescatan animales que han quedado atrapados en medio de inundaciones. Personalmente nunca en mis años vividos había visto caer tanta agua en Bogotá y nunca había escuchado que el río Bogotá se desbordara y menos con la magnitud de ahora. Llegó la hora en que nosotros, los cristianos, los llamados el pueblo de Dios nos unamos para clamar por nuestra nación que aparte de haber sido golpeada por la violencia, ahora la vemos arrasada por las lluvias que no cesan de caer sobre la mayor parte del territorio. Hay que empezar con determinación la “oracción” como llama mi pastor a la oración y acción conjunta. De nada nos sirve en este caso solamente la oración, el apóstol Santiago dice: “la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta” (Stg. 2:17). Este devocional es un llamado para que nos unamos todos no sólo en cadena de oración sino de acción y busquemos dónde se puedan llevar alimentos no perecederos, así como también mantas, frazadas, sacos, botas pantaneras, linternas, etc. Muy seguramente en la localidad de cada uno de ustedes se encuentra un sitio de acopio: Cais, Iglesias, Cruz Roja, Defensa Civil, etc. y si hay compatriotas en otros países, entiendo que las embajadas y consulados están recogiendo la ayuda humanitaria para Colombia, pues el presidente ya la solicitó puesto que como él lo anunció: “la tragedia es tres veces mayor de lo ocurrido en el terremoto del eje cafetero”. Las noticias son abrumadoras: desde la costa norte de Colombia (donde las aguas traspasaron el Canal del Dique y municipios enteros luchan por albergar a los damnificados al menos en sitios donde sus vidas no corran peligro), pasando por el centro y eje cafetero, hasta el sur-occidente de Colombia se halla la emergencia invernal. Los ríos grandes del país como el Magdalena, Cauca, Atrato, Sinú y otros más pequeños se han desbordado. Ayer, se completó la catástrofe con una avalancha que azotó al municipio de Bello (Antioquia), cuando una avalancha de tierra se vino abajo, llevando a su paso las casas que encontró y yendo a parar a un parque donde en ese momento se encontraban varios niños jugando (aprovechando el sol que salió después de haber sido esquivo por tantos días), dejando un saldo trágico de muertos y desaparecidos. Por favor, no seamos insensibles ante tanta calamidad. “Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y verdad” (1 Jn. 3:18); “Es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: Hay más dicha en dar que en recibir” (Hch. 20:35); “Si te dedicas a ayudar a los hambrientos y a saciar la necesidad del desvalido, entonces brillará tu luz en las tinieblas, y como el mediodía será tu noche” (Is. 58:10). Amado Dios: Hoy ponemos delante de ti a nuestra amada y agobiada Colombia, te pedimos con humildad pongas tu mano sanadora sobre nuestro territorio y permite que los corazones generosos se desborden de amor para ayudar a los necesitados. En el nombre de Jesús te lo rogamos, amén. ¡Ni las muchas aguas podrán apagar el amor!


Un abrazo y bendiciones.

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