martes, 28 de diciembre de 2010

La vanagloria no debe existir en la Iglesia

¿Cómo va ser posible que ustedes crean, si unos a otros se rinden gloria pero no buscan la gloria que viene del Dios único?
Juan 5:44.


Lectura diaria: Juan 5:31-47. Versículo del día: Juan 5:44.


ENSEÑANZA


Los judíos, tanto escribas como fariseos perseguían al Señor porque les hablaba con la verdad; ellos eran demasiado hipócritas y legalistas y no aceptaban que “otro” según sus costumbres, viniese a decirles cómo deberían proceder. Considero que hay algo muy parecido con la realidad actual. En este tiempo, no es al pueblo judío, es al pueblo de Dios al que le gusta exaltarse y creo que tanto afán por levantar mega-iglesias, y cadenas de radio y televisión, deja un sinsabor, prestándose todo esto para críticas y para hablar en contra de la verdadera obra de Dios en su Iglesia. Por lo menos esta es mi apreciación por comentarios que he escuchado en diferentes sitios. La Palabra de Dios sí tiene que extenderse hacia todo el género humano pero no despojando a los fieles de sus pertenencias; es que pareciese que existiera una competencia entre los pastores a ver quién tiene más propiedades y miembros. No estoy de acuerdo con esto y lo dejo en manos del Señor para que sea Él quien juzgue, pero hay que decirlo como prevención porque hay muchas ovejitas sueltas e indefensas andando de un lado para otro. Pablo dijo: “Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría”. Personalmente, para mí nunca ha sido un problema el diezmo y si en mi corazón tengo el dar más, lo doy con muchísimo gusto, independiente de lo que haga o no haga la iglesia con él. Mi obligación es darlo porque está en su Palabra. Hasta ahí estoy muy de acuerdo, pero que las iglesias utilicen a sus seguidores para en nombre de Dios, buscar sus propios intereses, es inaudito. Buscan su propia gloria o unos a otros se rinden gloria, pero no buscan la de Dios. Tengamos cuidado con estas prácticas y pidámosle al Señor el discernimiento debido para actuar con la mayor cordura posible. En todo lo que hagamos tengamos presente al Señor, rindiéndole a Él toda la honra y gloria porque es el único que la merece.


Un abrazo y bendiciones.

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