domingo, 5 de diciembre de 2010

Pedro volvió a negarlo y en ese instante cantó el gallo.
Juan 18:27.


Lectura diaria: Juan 18:25-27. Versículo del día: Juan 18:27.


ENSEÑANZA


¿Cuántos “Pedros” andan por ahí sueltos? Creo que muchos, e incluso podría afirmar que si somos sinceros también lo hemos hecho. Quizá pasa como con los que roban: hay unos que lo hacen abiertamente y otros de cuello blanco pero que incluso roban mucho más. El negar al Señor no es solamente callar cuando nos incumbe responder, sino también lo negamos cada vez que actuamos de modo indebido. Pedro lo negó evidentemente por miedo y no una vez sino tres. Al Señor se le puede negar por miedo, por orgullo, por conveniencia, por prepotencia y por desobediencia. Pedro estaba convencido de cuánto amaba a su Señor, sin embargo, cuando se vio en medio de la turba enfurecida y con ansías de venganza, tiró la toalla y para salvar su pellejo, resolvió negarlo. En mi criterio Pedro, lo hizo únicamente por temor a la gente y a veces pienso que por esta causa es menos grave. Pero cuando se le niega porque por encima de Él hay intereses creados de poder, comodidad, riqueza y otros tantos, sí que me parece grave. Gracias a su misericordia y amor para todos a quienes les ha ocurrido, hay un salvamento al menosprecio, tenemos en el mismo Pedro el ejemplo más maravilloso de amor de nuestro amado Señor. Así como lo negó tres veces, de igual manera tres veces le repitió con sinceridad cuánto lo amaba (Jn. 21:15-17). Si tenemos en cuenta lo sucedido antes de este pasaje, el Señor primero se les presentó a Pedro y otros discípulos cuando estaban pescando en el lago de Tiberíades y no habían logrado atrapar nada a pesar de intentarlo toda la noche. Inicialmente les hizo una demostración de su poder a través de la pesca milagrosa y luego se dio a conocer ante ellos, pues no habían advertido que se trataba de Él. Con esta actuación el Señor quería en especial a Pedro, volverlo a encauzar en su camino y con todo su amor y estrategia supo llegarle a su corazón: “Simón, hijo de Juan ¿me amas, más que éstos?” La misma frase consecutivamente por tres veces, de tal manera que Pedro jamás la olvidara. No solamente el Señor lo restituyó en ese momento sino que también le demostró que el trabajo sin su presencia ahí, no da buen fruto. Quizá tú, estás pasando por un momento de prueba difícil y le has negado; la duda te acecha y estás confundido. Tu corazón lo entiende muy bien, pero tus pensamientos no te dejan continuar. Hoy el Señor te extiende nuevamente sus brazos y con dulzura de pregunta: ¿Me amas de verdad? Es el momento propicio para que te sinceres y tengas unos minutos de intimidad con Él en oración. Oro para que tu respuesta sea igual a la de Pedro: “Señor: tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero” (Jn. 21:17) y te restaures nuevamente caminando por su senda.


Un abrazo y bendiciones.

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