lunes, 30 de agosto de 2010

Ropa espléndida en vez de ropa sucia

Así que el ángel les dijo a los que estaban allí, dispuestos a servirle: «¡Quítenle las ropas sucias!» Y a Josué le dijo: «Como puedes ver, ya te he liberado de tu culpa, y ahora voy a vestirte con ropas espléndidas.
Zacarías 3:4.


Lectura diaria: Zacarías 3:1-10. Versículo del día: Zacarías 3:4.

ENSEÑANZA

En tiempos del exilio del pueblo judío a Babilonia había un sumo sacerdote de nombre Josué. No por ser el sumo sacerdote era infalible y como cualquier otro humano pecaba. Dios a través del profeta Zacarías le muestra cómo Satanás siempre está pendiente de acusarnos ante Él y el ángel del Señor le dice a Satanás: “¡Que te reprenda el Señor, que ha escogido a Jerusalén! ¡Que el Señor te reprenda Satanás! ¿Acaso no es este hombre un tizón rescatado del fuego? (v. 2). El amor maravilloso de Dios se refleja en estos pasajes donde sale a defendernos y a hacerle entender al maligno que después de haber recibido al Señor en nuestras vidas y arrepentido de los pecados, nada ni nadie puede cambiar lo establecido por Dios: ¡Ya hemos sido rescatados del infierno! Y por más que Satanás quiera acusarnos, abogado tenemos ante el Padre, a Jesús el salvador. El Señor mismo se encargará de hacernos despojar de las ropas sucias y vestirnos con esplendorosos trajes dignos de estar ante su presencia. Observemos la relación del pasaje con el de Isaías 1:18: “¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana!”. Por más sucios y despreciables que nos sintamos, Jesús quiere dejarnos completamente limpios. Cuando una prenda de ropa está no solamente sucia sino manchada e infectada, la lavamos, desmanchamos y desinfectamos de tal manera que quede reluciente y servible. El Señor se encarga no solamente de lavarnos sino igualmente: limpiarnos y purificarnos. Su bendita sangre nos limpia de todo pecado, sea el más sencillo o el más complicado; de todas maneras para Dios no hay pecados leves ni graves, todos son iguales: simplemente pecado. El Señor desea lavarnos de esa manera porque entramos a formar parte de su Iglesia y cuando vuelva por ella, quiere encontrarla como la mejor de las novias: vestida de lino fino, limpio y resplandeciente para recibirle como Rey y Esposo en las bodas del Cordero (Ap. 19:6-8); “Dichosos los que han sido convidados a la cena de las bodas del Cordero” (Ap. 19:9). ¿Deseas que Dios cambie tu ropa sucia por limpia? ¿Deseas participar en las bodas del Cordero? Es muy fácil hacerlo, pero no sé por qué tan difícil tomar la decisión. Si así lo prefieres, te invito a hacer una corta oración con palabras sinceras a Dios. Dile así: Amado Dios, hoy quiero vestirme con trajes limpios y resplandecientes. Acepto a Jesús en mi vida como Señor y Salvador. Reconozco que su bendita sangre me limpia de todo pecado y de toda maldad. ¡Jesús, ven en mi rescate! ¡Te necesito! Dale un giro completo a mi vida y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias por perdonar mis pecados y permitirme la entrada a las bodas del Cordero. En tu nombre Jesús, amén. ¡Te felicito! Has quedado vestido desde ahora con ropas espléndidas, listo para recibir al Rey. Y cuando Satanás venga a acusarte, recuérdale que Jesús ya te lavó completamente con su sangre y él se alejará de ti.

Un abrazo y bendiciones.

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