lunes, 2 de agosto de 2010

La naturaleza humana de Jesús

Por haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer a los que son tentados.
Hebreos 2:18.


Lectura diaria: Hebreos 2:1-18. Versículo del día: Hebreos 2:18.

ENSEÑANZA

Jesús en su naturaleza humana fue exactamente igual a los hombres y esto con el fin de entender que su sacrificio fue completo. Los que lo vituperaban, le escarnecían gritándole y burlándose de Él: “—Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes, ¡sálvate a ti mismo! ¡Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz!”; “ —Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en él” (Mat.27:40 y 42). En su naturaleza divina el Señor podría demostrarles que era Dios y nada le quedaba grande, o si no ¿dónde quedaban los milagros y prodigios que llevó a cabo durante su ministerio? Pero como hombre tenía que padecer y sufrir el peso completo de nuestras transgresiones y pecados. Por eso su muerte y pasión fueron indescriptibles y no tuvieron límite. Como hombre supo y entendió la condición pecaminosa de la humanidad, “era preciso que en todo se asemejara a sus hermanos” (v. 17), aunque nunca cometió pecado alguno. ¡He ahí su grandiosidad! Conoció el pecado por llevar sobre sus hombros el peso del nuestro, más no por haber caído en él. Habiendo sufrido como cualquier otro hombre las tentaciones, puede ahora entendernos y socorrernos como dice el verso de estudio. Todo en Él fue perfecto. Nada se salió de los alineamientos dispuestos por Dios Padre para restaurarnos nuevamente, y alcanzar por su infinita misericordia la salvación a través del Hijo amado. Vemos en el verso 9 del capítulo de hoy en su última parte: “Así, por la gracia de Dios, la muerte que el sufrió resulta en beneficios de todos”. En doble beneficio diría yo: el de haber pagado por lo que no hizo y el de entendernos como humanos débiles y sin entereza que somos. Como lección, en cualquier situación que nos encontremos o ante ataques u opresiones, recurramos al que nos conoce de antemano y puede sacarnos adelante: al Señor Jesucristo. Él no va a criticar ni a pre-juzgar, simplemente extenderá su mano misericordiosa y como Dios amoroso nos reconfortará y guiará por el camino correcto. Él sabrá entendernos.

Un abrazo y bendiciones.

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