miércoles, 11 de agosto de 2010

Prudencia ante la promesa

Y Jefté le hizo un juramento solemne al Señor: Si verdaderamente entregas a los amonitas en mis manos, quien salga primero de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva de haber vencido a los amonitas, será del Señor y lo ofreceré en holocausto.
Jueces 11:30-31.


Lectura diaria: Jueces 11:14-40. Versículo del día: Jueces 11:31.

ENSEÑANZA

Jefté fue uno de los jueces de Israel. El pueblo lo puso como su caudillo y jefe (v. 11), ante el acoso de los amonitas para luchar contra ellos. Jefté pecó de ligero al hablar y jurarle al Señor que entregaría en holocausto a la primera persona que saliera de su casa a recibirlo. Desafortunadamente la primera persona se convirtió en su única hija, quien gozosa salió con júbilo, bailando al son de las panderetas después de la gran victoria obtenida por su padre frente a los amonitas (vv. 33- 34). Yo creo que Jefté jamás pensó que su hija se convirtiera en la víctima de su promesa. Sacrificar a su única hija debió ser peor que si hubiera perdido la batalla frente al enemigo. Esto nos enseña que debemos ser prudentes y no hablar por hablar. Desafortunadamente estamos tan acostumbrados a decir palabras y frases que jamás se cumplen. Se escucha mucho el: “no creo en las palabras” y con razón, pues con el tiempo los hombres de palabra han ido disminuyendo. Si esto es grave ante los hombres ¿qué no diremos con respecto a los votos hechos al Señor? La Biblia en Eclesiastés, capítulo 5:1-7 nos habla al respecto y en especial el verso 2, dice así: “No te apresures ni con la boca ni con la mente, a proferir ante Dios palabra alguna; él está en el cielo y tú estás en la tierra. Mide pues tus palabras”; los versos 4 y 5 continúan diciendo: “Cuando hagas un voto a Dios, no tardes en cumplirlo, porque a Dios no le agradan los necios. Cumple tus votos: vale más no hacer votos que hacerlos y no cumplirlos”. Aquí es clarísimo lo que Dios nos pide al respecto. En primer lugar, no hablar por hablar; en definitiva prudencia, virtud clave de la sabiduría. Y en segundo lugar cumplir lo prometido. Te invito a pensar y recapacitar en lo que le has ofrecido al Señor y no has cumplido. Quizá una ofrenda de dinero, el asistir a un ayuno, el perdonar a un enemigo, etc., etc. sólo tú lo sabes. Es tiempo de pedir perdón a Dios por el incumplimiento y reintegrar lo prometido. Recuerda, la próxima vez, mide no sólo tus palabras sino también tu mente antes de hacer una promesa. Dios no puede ser burlado.

Un abrazo y bendiciones.

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