sábado, 14 de agosto de 2010

Escuchar más y hablar menos

Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse.
Santiago 1:19.

Lectura diaria: Santiago 1:19-26. Versículo del día: Santiago 1:19.

ENSEÑANZA

Con razón hace un tiempo le escuché a un pastor decir que por algo Dios nos había colocado dos oídos y una boca, y es porque tenemos que aprender a escuchar el doble de lo que hablamos. Con frecuencia se nos olvida y damos rienda suelta a la lengua e incluso esta manía nos puede llevar fácilmente al enojo, “provocando la ira se acaba peleando” (Pr. 30:33b). El versículo siguiente al del tema del día dice: “Pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere”. Si nos dejamos llevar por las palabras y la ira, quiere decir que no tenemos el más mínimo sentido de dominio propio y que actuamos como necios, olvidando que la prudencia y discreción son baluartes de la sabiduría. Aquí mismo en este capítulo de Santiago, el apóstol nos recomienda que si no tenemos sabiduría, se la pidamos a Dios y que Él nos la dará generosamente (v. 5). Proverbios nos indica que: “Más vale ser paciente que valiente; más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades” (Pr.16:32). No tenemos excusa al seguir portándonos como necios sin guardar la lengua y las iras desenfrenadas. En mi Biblia se encuentra un devocional que habla sobre la lengua, donde se discute sobre la cantidad de artículos y revistas que hablan a la mujer sobre dietas para mantener una figura esbelta, pero nunca se toca el tema de la dieta en las palabras, haciendo alusión a que nosotras las mujeres hablamos mucho. Personalmente pienso que esto no es sólo cuestión de las damas, también muchísimos e incluso ilustres caballeros, se dejan llevar por las palabras y el enojo. Aprendamos pues, a escuchar más e incluso a oír las dos versiones en los casos necesarios para que no pequemos de injustos, insolentes y peleadores. El Señor permita que cada uno de nosotros sepa administrar las palabras de manera que no demos cabida a la soberbia, al sarcasmo, y al orgullo, para que más tarde no tengamos de qué lamentarnos.

Un abrazo y bendiciones.

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