miércoles, 25 de agosto de 2010

Inclínate ante el único Dios verdadero

Y ustedes, ¿por qué van a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón? ¿Acaso no hay Dios en Israel? 2ª. Reyes 1:3c.


Lectura diaria: 2ª. Reyes 1:1-16. Versículo del día: 2ª. Reyes 1:3c.

ENSEÑANZA

Con frecuencia vemos que ante la calamidad, el desespero sale a flote y las personas se van tras lo primero que les ofrecen: consultas a brujos, espiritistas, hechiceros, etc. Muchos creen que porque la mayoría de ellos invocan al Padre celestial o a Dios son benéficos, pero en estos casos es peor el remedio que la enfermedad. La Biblia dice que Satanás se viste como ángel de luz para engañar a muchos (2 Co. 11:14). Con estas prácticas debemos tener muchísimo cuidado. Esto es lo que la Palabra enseña como adulterio hacia Dios y Dios es un Dios celoso (Éx. 20:5). Aparentemente Satanás puede copiar los dones del Espíritu como la sanidad, pero más tarde la destrucción es total, empezando porque se le ha creído más a él que al Señor y ese es su objetivo: robar almas para su reino. Cuando Ocozías rey de Israel se enfermó, mandó a sus oficiales a consultar a otros dioses; Dios le puso en el camino al profeta Elías para que le informaran al rey sobre su enojo. ¿Acaso no hay Dios en Israel? Fue la pregunta hecha por el mismo Dios. Mi amigo o hermano que estás leyendo este devocional, te pregunto exactamente igual. Quizá te encuentras en una situación parecida, no soy profeta ni mucho menos, simplemente me considero una sierva de Dios que desea lo mejor para ti, por eso con amor te digo que si necesitas de verdad a Dios, lo busques a través de Jesús, el afirmó ser el único camino para llegar al Padre (Jn. 14:6), y no hay otro nombre debajo de la tierra en que podamos ser salvos (Hch. 4:12). Si tienes a Jesús en tu vida, simplemente búscale a Él; y si aún no le has entregado tu vida al único que puede hacer algo por ti en este momento, te invito a orar así: Señor Jesús, perdona mi incredulidad. Hoy reconozco que no hay otro Dios fuera de ti y que eres el único que me puedes salvar. Te entrego mi vida, haz con ella lo que tú quieras. Gracias por perdonar mis pecados y hacer de mí una nueva criatura. Creo lo que dice tu Palabra y por eso humildemente reconozco que basta una sola gotita de tu preciosa sangre, derramada de una de tus heridas para poder sanarme. Hoy te pido con mi corazón que si es tu voluntad, permitas que esa gotita de tu sangre entre en mi cuerpo desde la cabeza hasta los píes, lavándome, limpiándome, purificándome y sellándome de tal manera, que Satanás no pueda seguir tocando mi cuerpo. En tu nombre Jesús, amén. Mi recomendación: Si tienes al Dios verdadero en frente tuyo, no te inclines hacia otros dioses. Busca al Señor en la quietud de tu corazón.

Un abrazo y bendiciones.

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