lunes, 30 de agosto de 2021

He vivido esta promesa

He sido joven y ahora soy viejo, pero nunca he visto justos en la miseria, ni que sus hijos mendiguen pan. 

Salmo 37:25. NVI.


Lectura: Salmo 37:23-29.  Versículo del día: Salmo 37:25.        


MEDITACIÓN DIARIA


Puedo decir que por más tiempos difíciles que se pasen, Dios siempre velará por los suyos. En mi familia hemos pasado tormentas financieras muy duras; sin embargo, jamás nos acostamos sin haber comido. De un lado u otro nos llegaban las provisiones. Aun no entiendo cómo terminaron nuestros hijos la Universidad y Sarita su Colegio. No fue fácil, nunca; después de haber tenido tanta abundancia es más difícil pasar estos temporales. No obstante, fue una lección que todos en casa aprendimos y de la cual nos quedó el valorar lo que se tiene y dar siempre gracias, porque resulta que a veces cuando todo va color de rosa, tendemos a olvidarnos de quién es el que está al tanto de nuestras necesidades y antojos. Ahora bien, a pesar de ese tiempo árido que vivimos, nuestro buen Dios se las ingeniaba para suplir los alimentos diarios. Ahí sí entendimos lo que vale centavo por centavo una comida.

Personalmente, le doy gracias al Señor porque Él en su infinita sabiduría y soberanía sabía exactamente de qué tenía que despojarnos para que aprendiéramos a vivir como era su voluntad y deseo. Atrás quedaron el orgullo, la prepotencia, el saber, la inteligencia y otras tantas cosas que predominaban en nuestras vidas y que tal vez un día, quizá sin darnos cuenta palpable, las pusimos por encima de nuestro Dios y Rey. Ahora, entendemos con verdadero amor y misericordia a los que sufren y pasan por estas mismas situaciones. Es que hay algo muy cierto en: ‘del dicho al hecho hay mucho trecho’. Nadie sabe lo que es el verdadero dolor ajeno hasta que no lo experimenta en carne propia. También me llegó el momento de dar gracias y gozarme porque he visto lo que dice el versículo siguiente: “Prestan siempre con generosidad; sus hijos son una bendición” (v. 26). Mis hijos, los tres, son una bendición.


Amado Señor: te doy gracias porque tu Palabra dice que no puedo consolar sin antes haber sido consolada y esto me lo enseñaste y me lo sigues enseñando. Definitivamente, no hay nada de lo que podamos ufanarnos porque cuando Tú lo digas, todo puede dar un vuelco total y mostrar nuestra debilidad y nuestras carencias. Solamente somos ricos Contigo buen Señor; llévanos de tu mano y no nos dejes tropezar para no caer. Gracias, gracias buen Dios y Señor nuestro. ¡Te amamos!


Un abrazo y bendiciones.

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