Dios mío, clamo de día y no me respondes; clamo de noche y no hallo reposo.
Salmo 22:2. NVI.
Lectura: Salmo 22:1-11. Versículo del día: Salmo 22:2.
MEDITACIÓN DIARIA
Este Salmo del rey David,
además de ser profético también nos habla de sus momentos de dificultad cuando
se sentía atacado y no veía la mano de Dios sobre su vida. ¿Cuántas veces hemos
experimentado lo mismo? Creo que todos vivimos situaciones críticas donde nos
pareciera que nuestro Dios se ha olvidado ya de nosotros. “Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado? Lejos estás para salvarme” (v. 1); este fue su clamor
salido desde el fondo de su corazón. Recordemos que si algo tenía David era su
sinceridad frente a Dios. Le hablaba con entera confianza tal como le habla un
hijito a su padre y esto era agradable para su Señor.
Del mismo modo, nosotros
debemos dirigirnos hacia Él. No tenemos por qué ocultar lo que nos pasa, si
Dios de antemano lo sabe todo. Lo sabe, pero le gusta que nos volquemos a Él
con sinceridad. Por eso mi consejo es
que no dudes en recurrir al Único que en verdad nos puede tender su mano.
Seguro que nos encontraremos también quien nos diga: “Este confía en el Señor, ¡pues
que el Señor lo ponga a salvo! ¡Ya que
en él se deleita, ¡que sea él quien lo libre!” (v. 8). No importa; de todas
maneras, si no es el Señor ¿quién más puede hacerlo?
Buen Señor y Dios
nuestro: oro en estos momentos por las personas que están pasando momentos
críticos en su vida. Mi Señor, Tú las conoces y entiendes sus circunstancias
más que cualquiera de sus familiares o amigos. Tú sabes cómo llegar a su
corazón y calmar esa sed que viven llenos de momentos de angustia, desolación y
depresión. Te ruego bendito Dios que pongas tus manos sanadores sobre su mente,
su cuerpo y su alma. Abrásalas y consiéntelas; que sientan tu amor en toda su
magnitud y se levanten para proclamar tu Nombre y tus proezas. ¡Gracias, muchas
gracias Amado Dios y Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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