viernes, 7 de mayo de 2021

Anhelamos un corazón como el de David

¡Cuánto te amo, Señor, fuerza mía! El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite! 

Salmo 18:1-2. NVI.


Lectura: Salmo 18:1-19.  Versículos del día: Salmo 18:1-2.


MEDITACIÓN DIARIA


El rey David acosado por sus enemigos especialmente por Saúl, acude a su Señor con la absoluta seguridad de que Él sale en su defensa. Viéndose rodeado por ellos dice: “En mi angustia invoqué al Señor; clamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo; ¡mi clamor llegó a sus oídos!” (v. 6). A veces me pregunto, ¿qué hizo o qué tenía David diferente a nosotros para que Dios lo hubiera catalogado como un hombre conforme al corazón de Él (Hechos 13:22), si David tuvo los mismos instintos, deseos y pecados iguales a los nuestros? Bueno, unos dicen que su arrepentimiento fue genuino o también porque el corazón de David ayudaba al buen manejo en las guerras del Señor e incluso se afirma igual, que fue simplemente una elección de Dios.

Personalmente analizando a David y leyendo este Salmo precisamente, me doy cuenta que claro, él pecaba, pero para Él lo primero era su Señor. Dependía totalmente del Señor; tanto que lo llama: ‘fuerza mía, mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!”. Entonces esa relación tan personal lo lleva a ser completamente sincero con el Señor: nada le esconde; lo que siente y lo que piensa se lo va expresando a Dios. Esto no quiere decir que no pecara, caía y pecaba igual que nos pasa a todos, pero abría su corazón de par en par, ante el que se debe abrir: el Señor.

Oremos para que Dios permita que también tengamos un corazón como el suyo.


Amado Dios y Señor nuestro: te damos gracias por enseñarnos cada día a ser las personas que anhelas seamos para Ti. Pon en cada uno el deseo de tener un corazón como el de tu siervo David. Gracias por tenernos en cuenta cada día, minuto y segundo. Eres también nuestra fuerza, nuestro más alto escondite; nuestro amparo y libertador. ¡Te amamos Señor!


Un abrazo y bendiciones. 

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