viernes, 9 de abril de 2021

Él nos invita a su banquete

Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. 

Apocalipsis 3:20 NVI.


Lectura: Apocalipsis 3:14-22.  Versículo del día: Apocalipsis 3:20.


MEDITACIÓN DIARIA


Este versículo es el que usualmente aplico para compartir, pues fue el que me enseñaron para hacerlo desde hace muchos años. Ahora estudiando el libro de “Celebración de la Disciplina”, hemos visto el enfoque hacia nosotros los ya cristianos. Bien dice allí lo siguiente: Quienes hemos entregado nuestras vidas a Cristo tenemos que saber cuánto anhela Él cenar con nosotros, estar en comunión con nosotros. Él desea una perfecta fiesta de Eucaristía en el santuario interior del corazón” (Pág. 37). Esto exactamente nos conduce a la meditación cristiana de encontrarnos con Dios directamente; no a la meditación oriental y secular. Esta meditación de hablar íntimamente con Dios nos abre la puerta para expresarle todo lo que somos y todo lo que hacemos.

Pero si le hemos fallado, aquí tenemos el consejo de nuestro buen Dios: “Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vistas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista” (v. 18). Ninguna riqueza terrenal vale lo que vale un minuto en la presencia de Dios. Vistámonos de blanca lana cual copos de nieve, para recibir a nuestro Gran Rey y Señor. Busquemos el momento apropiado para que ese banquete que nos ofrece, sea el inicio de una relación perfecta con nuestro Amado. Asistamos a la cena ofrecida sin temor alguno porque Él es el perfecto amor y allí no existe el temor.


Buen Amado Señor: enséñanos a tener esa comunión especial Contigo, de tal manera que te contemplemos en toda la magnitud y majestuosidad que Eres Tú. Enamóranos Señor cada día mucho más y que anhelemos esas cenas íntimas Contigo; que aprendamos a abrir el corazón ante Ti de par en par y disfrutemos desde la mente hasta el interior profundo nuestro, el contemplar tu rostro omnipresente y omnisciente hablándonos quedamente y con ternura. Gracias porque nos deseas cual novio enamorado. ¡Tanto amor Tuyo Señor sin merecerlo! ¡Te amamos buen Dios!


Un abrazo y bendiciones.

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