sábado, 3 de abril de 2021

Se rasgó en dos para darnos acceso directo al Padre

 En ese momento la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas. 

Mateo 27:51. NVI.


Lectura: Mateo 27:45-61.  Versículo del día: Mateo 27:51.


MEDITACIÓN DIARIA


Ocurrieron hechos innegables al morir nuestro Señor, que permitió a los presentes darse cuenta quién era en realidad Jesús de Nazaret: desde el mediodía hasta la media tarde, todo quedó en completa oscuridad (v. 45); hubo un terremoto, se abrieron los sepulcros y muchos santos que habían muerto, resucitaron (v. 52). Con todo esto, el Centurión y los que estaban con él aterrados exclamaron: “—¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!” (v. 54).

¿Por qué la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo? En el Antiguo Pacto, el tabernáculo tenía dos partes principales: la primera parte llamada el Lugar Santo separado por una cortina y llamado el Lugar Santísimo. A la primera parte entraban los sacerdotes para celebrar el culto y en la segunda solamente el sumo sacerdote y una sola vez al año provisto siempre de sangre de algún cordero u otro animal, que se ofrecía por los pecados cometidos sin darse cuenta, tanto él como el pueblo (Hebreos 9:6-7). Con la muerte el Señor Jesucristo: “entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno” (Hebreos 9:12). Por eso precisamente fue que se rasgó el velo del templo, para que entendamos que Él es el mediador entre Dios y el hombre. Ya podemos dirigirnos directamente a Dios a través de Jesucristo, porque Él ya hizo la obra completa, “y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan” (Hebreos 9:28b).

Como ya tenemos acceso directo, entonces podemos dirigirnos para hablarle con sinceridad y confianza. Él desea que tú aceptes ese sacrificio y cargar tu pecado. Hablemos con Jesús:


Señor Jesucristo: hoy entiendo, cuán equivocado estaba respecto a tu obra en la cruz por mí. Te doy gracias porque siendo Tú inocente, te llevaste todo el peso de mi pecado a cuestas. Perdóname Señor. Te entrego mi vida y te acepto como mi suficiente Salvador. Gracias por perdonarme y limpiarte; gracias por la salvación que me regalas. ¡Te amo Señor!


Un abrazo y bendiciones.

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