Todos gritaban a las montañas y a las peñas: ¡Caigan sobre nosotros y escóndannos de la mirada del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero, porque ha llegado el gran día del castigo! ¿Quién podrá mantenerse en pie?
Apocalipsis 6:16-17. NVI.
Lectura: Apocalipsis 6:1-17. Versículos del día: Apocalipsis 6:16-17.
MEDITACIÓN DIARIA
De aquí en adelante, este
último Libro de la Biblia nos narra la profecía sobre el final de los tiempos.
Muchos eruditos de la Palabra consideran que ya estamos en esos días, mientras
otros no lo ven así. De todas maneras, es bueno analizarlo hasta donde el
Espíritu Santo nos revele (por lo menos a mí), para conocer y entender las
situaciones que se viven a diario. Este capítulo del Apocalipsis nos habla de
los seis primeros sellos con los cuales el Señor tocará la tierra para ver si
el hombre en términos generales, lo busca y se arrepiente. Sin embargo, parece
ser que la maldad ha llegado a su máxima expresión ya que el corazón se ha endurecido.
Al Cordero inmolado le
corresponde abrir los sellos y yo solamente voy a hacer alusión a lo referente
en el sexto ya que me impacta el hecho de que al romperlo hubo un terremoto de
tal magnitud (v. 14), que: “Los reyes de la tierra, los magnates, los jefes
militares, los ricos, los poderosos, y todos los demás, esclavos y libres, se escondieron
en las cuevas y entre las peñas de las montañas” (v. 15). Considero que aquí se
cumplirá lo escrito en Romanos y que hace referencia a la profecía de Isaías
45:23; por eso dice: “Está escrito: Tan cierto como que yo vivo —dice el
Señor—, ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a Dios”
(Romanos 14:11).
Mi intención es que
reflexiones sobre lo anterior y no esperes a que esto suceda. El Cordero
inmolado, Jesús de Nazaret vino a morir por ti y a darte vida eterna; vuelve
los ojos a Él y arrepiéntete. Te invito a orar así:
Señor Jesús: reconozco
que soy pecador y te pido perdón por mis pecados. Acepto lo que hiciste por mí
al morir en mi reemplazo y te entrego mi vida para que seas mi Señor y Salvador
personal. Haz de mí la persona que deseas que yo sea y gracias por perdonarme y
darme una vida Contigo. Amén.
Un abrazo y bendiciones.
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