Y muchos pueblos y potentes naciones vendrán a Jerusalén en busca del Señor Todopoderoso y de su bendición.
Zacarías 8:22. NVI.
Lectura: Zacarías
8:18-23. Versículo del día: Zacarías
8:22.
MEDITACIÓN DIARIA
Jerusalén, buscada por
muchos pueblos que quieren visitarla y ansiada por otros que la quieren para
ellos. ¡Jerusalén, Jerusalén! Linda ciudad del Señor. Los cristianos amamos a
Israel y especialmente a su capital Jerusalén. No solamente la amamos, también
oramos por ella, tal cual nos lo manda la Palabra de Dios (Salmo 122:6); y nos llenamos
de gozo al verla triunfar: “Mas alégrense con Jerusalén, y regocíjense por
ella, todos los que la aman; salten con ella de alegría, todos los que por ella
se conduelen” (Isaías 66:10).
Personalmente creo, que
el lamento del Señor por Jerusalén (Mateo 23:37-39), no solamente va para el
pueblo de judío, sino también para el pueblo de Dios, que es ahora su Iglesia.
¡Cuántas veces el Señor desea juntarla debajo de sus alas, pero no se deja! Nosotros
los cristianos que esperamos el regreso del Señor Jesucristo, sabemos que
Jerusalén nunca pasará. Es más, podrán arruinar esta ciudad, pero precisamente
el Señor nos dará la Jerusalén celestial. Allí, por fin estará cobijada. El
apóstol Juan en su visión nos dice que la nueva Jerusalén bajaba del cielo
engalanada como una novia hermosamente vestida para su prometido (Apocalipsis 21:1-2).
Y además de esto: “Oí una potente voz que provenía del trono y decía: ¡Aquí,
entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos,
y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les
enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni
dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir” (Apocalipsis 21:3-4).
¡Amamos la Jerusalén terrenal y esperamos la Jerusalén celestial!
Amado Señor Jesús:
¡Amamos tu ciudad terrenal y nos regocijamos con ella! Hoy oramos tanto por el
pueblo judío como por todos los gentiles para que te busquen con corazón sincero
y el Espíritu Santo les demuestre que su paz no es solamente terrenal, sino la
que ofreces como el Príncipe de paz que Eres. Bendecimos la nación de Israel,
su ciudad principal: Jerusalén. Oramos por sus dignatarios, por sus fuerzas
militares y por toda la nación en general. ¡Bendito Eres Tú que vuelves para
quedarte por siempre en esta, tu nueva Jerusalén!
Un abrazo y bendiciones.
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