jueves, 17 de diciembre de 2020

Una humildad ejemplar de imitar

—Aquí tienes a la sierva del Señor —contestó María—. Que él haga conmigo como me has dicho. Con esto, el ángel la dejó. 

Lucas 1:38. NVI.


Lectura: Lucas 1:26-38.  Versículo del día: Lucas 1:38.


MEDITACIÓN DIARIA


El anuncio del nacimiento de Jesús comienza así: “A los seis meses, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, pueblo de Galilea, a visitar a una joven virgen comprometida para casarse con un hombre que se llamaba José, descendiente de David. La virgen se llamaba María. El ángel se acercó a ella y le dijo: ¡Te saludo, tú que has recibido el favor de Dios! El Señor está contigo”.  Lucas 1:26-28. NVI. Ante estas palabras María se sorprendió porque no entendía el saludo. Así que el ángel prosiguió anunciándole que quedaría encinta. Como ella era virgen, no entendía cómo podía suceder; el ángel la tranquilizó diciéndole que sería por obra del Espíritu Santo; que le pondría por nombre Jesús y que sería llamado Hijo del Altísimo (vv. 29-35). Y María le responde al ángel con toda humildad, aceptando la voluntad de Dios en su vida (v. 38).

Es de admirar la entereza de María; la bondad que sale de un corazón sometido a su Señor. Sin duda yo creo que María era una mujer piadosa entregada a la oración. No debió ser cualquier mujer, seguro tenía muchas más virtudes para que Dios hubiera puesto sus ojos en ella. Con su respuesta tan firme, de entender que solamente era ante Dios una esclava, contesta humildemente: “Aquí tienes a la sierva del Señor. Que él haga conmigo como me has dicho”. María no se detuvo en lo más mínimo. Consecuencias llegarían: ¿Qué pensaría José? La mujer que le pasara algo similar en ese tiempo era lapidada. ¿Le creerían que había sido obra del Espíritu Santo? Solamente se dejó caer en los brazos de su Señor y descansar en Él.

Una muy buena lección para nosotros, especialmente para las mujeres que solemos mirar con mayor proporción las dificultades. María se convirtió en el primer ser humano en aceptar al Señor Jesús en su vida. Dios permita que todos sigamos su ejemplo.


Amado Jesús: ahora que estamos ya prontos a celebrar el acontecimiento más importante de la humanidad con Tu llegada al mundo, deseamos también acogerte y decirte que vengas a nacer en el pesebre de nuestro corazón. También nos declaramos como tus siervos y te pedimos que hagas con nuestras vidas conforme a tu santa voluntad. Gracias, muchas gracias Señor Jesús por venir a morar en esta casa que es Tuya. ¡Te amamos buen Señor!


Un abrazo y bendiciones.

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