De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros.
Romanos 8:18. NVI.
Lectura: Romanos
8:18-27. Versículo del día: Romanos
8:18.
MEDITACIÓN DIARIA
Creo que esa gloria debe
ser lo máximo que nos espera. Escuchando testimonios de personas que han muerto
clínicamente y han vuelto a la vida, confirman que estar allá en el cielo es
indescriptible. Un señor decía, no tener palabras para describir la hermosura y
paz de ese sitio. Ante esto, es cuando recapacitamos y nos damos cuenta que
vale la pena luchar aquí sin importar las aflicciones. Entiendo que allá, vamos
a rejuvenecer y las dolencias quedarán atrás.
Definitivamente, no tenemos
que apegarnos a esta vida. Aquí, es solamente un peregrinaje; es algo pasajero.
La vida de verdad, es la que nos espera al lado de Nuestro Amado Señor Jesús.
La Biblia nos lo confirma: “Y el testimonio es este: que Dios nos ha dado vida
eterna, y esa vida está en su Hijo” (1 Juan 5:11). ¡Bendita esperanza!
Amado Señor:
gracias por darnos la convicción de una nueva vida a tu lado y para la eternidad.
Si no fuera por tu obra grandiosa en la cruz del Calvario no podríamos cantar
victoria. Pero Tú, sin importar la multitud de pecados de la humanidad, te
ofreciste como becerro inmolado y pagaste con tu propia sangre la redención del
hombre pecador. Gracias bendito Señor, porque ahí estaba yo presente en esa
muerte. Te inmolaste también por mí que soy tan pecadora como cualquiera del
mundo. Gracias por mirarme con amor, ternura y compasión para darme el mejor de
los regalos. ¡Te amo mi Señor! ¡Todo honor y gloria sean para Ti!
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario