viernes, 13 de marzo de 2020

Aprendamos la lección


Mi pueblo es necio, no me conoce; son hijos insensatos que no tienen entendimiento. Son hábiles para hacer el mal; no saben hacer el bien. 
Jeremías 4:22. NVI.

Lectura: Jeremías 4:11-26.  Versículo del día: Jeremías 4:22.

MEDITACIÓN DIARIA

El Señor sabe hablarnos en el momento apropiado. Leyendo a Jeremías me encontré con estas profecías que bien pueden ser para este tiempo. Según datos recientes hay 660 millones de evangélicos (digamos cristianos), a nivel mundial. Pero cabe preguntarnos ¿en dónde estamos? ¿Por qué no hacemos el acto de presencia que nos corresponde como tal? Creo por tanto, que esto es para nosotros: “si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra” (2 Crónicas 7:14). Así es; no podemos pedirles a los incrédulos que se humillen, oren, busquen al Señor y abandonen su mala conducta. Esto es explícitamente para el pueblo de Dios y nosotros, su Iglesia somos los llamados a hacerlo.
Es tanto el caos que se está desatando con esta epidemia que las noticias que nos llegan no demuestran nada más que pánico generalizado y lo peor, que se cree que para allá vamos todos. Igual que lo dicho en la lectura: “¡Qué angustia, qué angustia! ¡Me retuerzo de dolor! Mi corazón se agita. ¡Ay, corazón mío! ¡No puedo callarme!”; “Un desastre llama a otro desastre; todo el país está devastado” (vv. 19a y 20).  
Pueblo de Dios, es hora de levantarnos a orar por nuestra tierra. No es solamente decir por decir y como si fuera un fetiche, que estamos amparados por el Salmo 91. Hay que actuar. Pongámonos en oración, humillados con corazón sincero y el Señor cumplirá su promesa: “yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra”.

Amado Dios: en verdad hemos sido débiles en nuestra fe y se nos han olvidado tus reglas. Perdónanos Señor. Ten piedad de esta tu tierra, en la que un día pusiste al ser humano para que señoreara sobre las obras de tus manos. Perdónanos porque no lo hemos sabido realizar y ha sido el pecado el que se ha enseñoreado en cada uno de nosotros, dejando por fuera la verdadera adoración a Ti y tus enseñanzas dadas. Gracias por la lección que nos dejas porque como alguien lo decía: necesitábamos de esto para volver a reunirnos en familia; para buscarte y entender que Eres el Dueño de todo cuanto existe y que tu voluntad es inquebrantable. Las lecciones de esta manera duelen amado Dios, pero ¡sí que son necesarias!

Un abrazo y bendiciones,
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    

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