Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció.
Lucas 24: 31. NVI.
Lectura: Lucas 24: 13-35.
Versículo del día: Lucas 24:31.
MEDITACIÓN DIARIA
El pasaje nos habla del
camino a Emaus donde el Señor emprendió el viaje con dos de sus discípulos, después
que hubo resucitado, sin que ellos lo reconocieran. Como no sabían que era el
mismo Jesús, empezaron a mostrar su tristeza porque esperaban que Él redimiera
al pueblo de Israel (vv. 20-24). Entonces el Señor les responde: “¡Qué torpes
son ustedes —les dijo—, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han
dicho los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de
entrar en su gloria? Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas,
les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras” (vv. 25-27). Estos
hombres fueron de los más allegados a Jesús y, sin embargo, no habían entendido
todavía quién era en realidad su Maestro. Más tarde cuando entró con ellos a la
posada, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces, se les
abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Jesús se les desapareció (vv. 28-30).
Quizá muchos han escuchado
hablar de Jesús de Nazaret; han participado en la Iglesia tradicional o han
estado un poco cerca, especialmente en Semana Santa que es cuando el corazón
del hombre está sensible a su voz. Sin embargo, poco lo conocen como el
Salvador, como el Hijo de Dios quien vino a pagar por nuestros pecados y que
resucitó para darnos vida eterna a su lado. Hoy, te invito para que lo conozcas
personalmente, permite que caiga el velo de tus ojos y le entregues tu vida a Él.
Seguro, que no te va a defraudar. Si te parece podemos orar así:
Señor Jesús:
gracias por abrirme los ojos a esta verdad que fue tu muerte y resurrección. Yo
te necesito. Te entrego mi vida y acepto lo que hiciste por mí para pagar por
mi pecado. Hazme la persona que deseas que yo sea. En tu Nombre Jesús, amén.
Un abrazo y bendiciones.
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