Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse.
Eclesiastés 3:1, 4, 5b.
Lectura: Eclesiastés 3:1-8. Versículo del día: Eclesiastés: 3: 1, 4, 5b.
MEDITACIÓN DIARIA
Definitivamente, así es. Por eso hay que saber aprovechar
bien el tiempo. El tiempo perdido no vuelve a recuperarse; y lo que no hagamos
a tiempo se echará quizá al olvido. Así como se ríe, también se llora y llorar
es dejar que brote lo que está adentro: tristeza, amargura, desilusión,
desesperanza, rechazo, olvido; pero también es necesario que broten esas lágrimas
porque hacen bien al alma y liberan el sentimiento.
Mientras sea el tiempo de vivir las emociones y
experiencias lindas de la vida, como compartir, reír, jugar, abrazar y amar hay
que dejarlas fluir libremente. Seguramente quedarán grabadas con imágenes
imborrables y añoraremos ese tiempo como lo hermoso que fue pero que como todo tuvo
su fin con el adiós. Creo que por eso recordamos la infancia y la adolescencia
con nostalgia. Nostalgia como de la más bella estación de la vida, pero irrepetible
de volver.
El Señor nos manda a gozarnos del día que tenemos
presente: “Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él”
(Salmo 118:24), dejemos que fluya el regocijo y la alegría. Eso renovará
nuestras fuerzas; además: “El corazón alegre hermosea el rostro” (Proverbios
15:13).
Amado Señor: gracias por permitirnos vivir
experiencias ricas de gozo y alegría para compartir con los que amamos en el
día a día. También alístanos buen Dios para el día de la nostalgia y la
tristeza para que nos coja fortalecidos en Ti y esperanzados en lo que tenemos más
adelante Contigo. Gracias bendito Señor. ¡Te amamos!
Un abrazo y bendiciones.
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