martes, 9 de enero de 2018

Como herencia nos espera las riquezas de su gloria

¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él. 
1 Juan 3:1.

Lectura: 1 Juan 3:1-10.  Versículo del día: 1 Juan 3:1.

MEDITACIÓN DIARIA

Gracias al Señor Jesús ahora somos hijos de Dios (Juan 1:12). Cuando Dios creó a Adán y a Eva su propósito era darles lo mejor teniéndolos en el jardín del Edén donde podían contemplar la belleza de sus ríos y sus árboles hermosos con frutos buenos y apetecibles. Ellos no supieron valorar esto y le desobedecieron comiendo del árbol del bien y del mal (Génesis 2:8-14). La consecuencia de este pecado fue la separación del hombre pecador con el Dios Santo. Por eso Dios prometió un Salvador y Jesús siendo Dios se hizo hombre para servirnos de puente y poder llegar al Padre. Papá Dios quiere que seamos parte de su familia para amarlo, honrarlo y reinar con Él como nos lo enseña Rick Warren en su libro de “Una vida con propósito”. Dios valora las relaciones porque Él es amor y sabe que entre todos nos necesitamos. Somos los primeros y mejores frutos de su creación (Santiago 1:18). Entonces, ¿en dónde podemos desarrollar estas relaciones si no es en la Iglesia donde nos ha puesto? Es allí donde nos reunimos teniendo como Cabeza al Rey de Reyes y Señor de Señores. ¡Valoremos nuestra familia espiritual!
Dice el versículo del día que “El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él”. Exactamente por esto es difícil que la relación con los del mundo sea excelente. Si bien es cierto que tenemos una familia física, esta familia llegará el momento en que se apartará así sea con la muerte y con ella la esperanza de reencontrarnos si no son cristianos. Pero nuestra familia espiritual la tendremos eternamente. ¡Bendita esperanza nos espera! Que este hecho nos motive a compartirle a los nuestros de Cristo el Salvador. De este modo será solamente un breve adiós porque nos reencontraremos en el cielo. Como parte de su familia nos espera una posición de privilegio en medio de la riqueza de la gloria que es Cristo Jesús. ¡Esta es nuestra herencia! ¡Más no podemos pedir!

Amado Dios: Gracias por hacernos partícipes de tu familia por medio de Jesús. Por ese mismo amor que nos tuviste para adoptarnos como tus hijos te rogamos que nos enseñes a vivir fraternalmente con nuestros hermanos en la fe. Que en verdad seamos uno, así como Tú eres uno con tu Hijo. Muchas gracias Papito Dios por mostrarnos cuál es en verdad la riqueza de la gloria tuya que nos espera.

Un abrazo y bendiciones.

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