viernes, 24 de noviembre de 2017

Se está olvidando predicar lo primordial

Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. 
Apocalipsis 3:20.

Lectura: Apocalipsis 3:14-22.

MEDITACIÓN DIARIA

Hablando el Señor al ángel de las siete iglesias, a cada una le dice lo que han hecho mal y llama al arrepentimiento. La lectura del día habla sobre la iglesia de Laodicea. Desde mi conversión me instruyeron que estábamos en el tiempo de esta iglesia. Muchos líderes cristianos, eruditos en la Palabra lo han afirmado. En mi concepto, lo que veo es una iglesia que se jacta de su riqueza.  Quizá la iglesia de ahora está llena de mega iglesias lo cual lleva a lo que el Señor le reprocha: “sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca (vv. 15-16). Tristemente la iglesia actual es demasiado tibia. Creo que ha sido tanto el afán por las grandes masas que se ha olvidado de evangelizar de forma completa a las ovejas, pues muchas veces ni siquiera se tiene el mensaje de salvación como lo primordial. Por lo tanto dice el Señor que no solamente de Él se compre oro refinado, sino también ropas blancas para cubrir la desnudez y colirio para los ojos exhortándola a arrepentirse con la clave a todo este problema: abrir la puerta del corazón para que el Señor entre no solamente a transformar vidas; también para obtener el derecho a su banquete y sentarse a su lado en el trono (v. 21). Es el regalo más maravilloso que se pueda tener y del cual no podemos dejar de hablar si somos conscientes de lo que significa.
Si te congregas en una iglesia, estás colaborando con los ministerios, ayudando en las obras misioneras o de misericordia pero nunca has tenido un encuentro personal con Jesús, es tu oportunidad en este momento: escucha su llamado, ábrele la puerta y permite que Él entre a tu vida y te levante en la persona que desea que tú seas. Te invito a orar así:

Amado Jesús: He hecho muchas cosas deseando agradarte pero nunca te he invitado a mi vida. Hoy decido abrirte la puerta de mi corazón para que vengas a limpiarme de todo pecado y a regalarme el derecho a una vida eterna Contigo. Gracias Señor por perdonarme y por hacer de mí la persona que en realidad quieres que yo sea. Amén.

Un abrazo y bendiciones.


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