Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.
Apocalipsis 3:20.
Lectura: Apocalipsis
3:14-22.
MEDITACIÓN DIARIA
Hablando el Señor al
ángel de las siete iglesias, a cada una le dice lo que han hecho mal y llama al
arrepentimiento. La lectura del día habla sobre la iglesia de Laodicea. Desde
mi conversión me instruyeron que estábamos en el tiempo de esta iglesia. Muchos
líderes cristianos, eruditos en la Palabra lo han afirmado. En mi concepto, lo
que veo es una iglesia que se jacta de su riqueza. Quizá la iglesia de ahora está llena de mega
iglesias lo cual lleva a lo que el Señor le reprocha: “sé que no eres ni frío
ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! Por tanto, como no eres ni frío ni
caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca (vv. 15-16). Tristemente
la iglesia actual es demasiado tibia. Creo que ha sido tanto el afán por las
grandes masas que se ha olvidado de evangelizar de forma completa a las ovejas,
pues muchas veces ni siquiera se tiene el mensaje de salvación como lo
primordial. Por lo tanto dice el Señor que no solamente de Él se compre oro
refinado, sino también ropas blancas para cubrir la desnudez y colirio para los
ojos exhortándola a arrepentirse con la clave a todo este problema: abrir la
puerta del corazón para que el Señor entre no solamente a transformar vidas; también
para obtener el derecho a su banquete y sentarse a su lado en el trono (v. 21).
Es el regalo más maravilloso que se pueda tener y del cual no podemos dejar de
hablar si somos conscientes de lo que significa.
Si te congregas en una
iglesia, estás colaborando con los ministerios, ayudando en las obras
misioneras o de misericordia pero nunca has tenido un encuentro personal con
Jesús, es tu oportunidad en este momento: escucha su llamado, ábrele la puerta
y permite que Él entre a tu vida y te levante en la persona que desea que tú
seas. Te invito a orar así:
Amado Jesús: He hecho
muchas cosas deseando agradarte pero nunca te he invitado a mi vida. Hoy decido
abrirte la puerta de mi corazón para que vengas a limpiarme de todo pecado y a
regalarme el derecho a una vida eterna Contigo. Gracias Señor por perdonarme y
por hacer de mí la persona que en realidad quieres que yo sea. Amén.
Un abrazo y
bendiciones.
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