Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas.
Apocalipsis 4:11.
Lectura: Apocalipsis
4:1-11. Versículo del día: Apocalipsis
4:11.
MEDITACIÓN DIARIA
El apóstol Juan nos
describe cómo sería el trono en el cielo de acuerdo a la revelación dada por el
Señor. Allí solo se escuchará alabanza y se le rendirá adoración a nuestro gran
Dios: “Y día y noche repetían sin cesar: Santo, santo, santo es el Señor Dios
Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir” (v. 8b). Los que repetían
sin cesar eran los cuatro seres vivientes y cada vez que ellos lo hacían, los
ancianos se postraban ante Él y adoraban al que vive por los siglos de los
siglos. El Señor Jesucristo es el que era, el que es y el que ha de volver. El
evangelio de este mismo discípulo nos dice lo siguiente: “En el principio ya
existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba
con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin
él, nada de lo creado llegó a existir” (Juan 1:1-3). Por medio de Jesucristo
fue creado todo. De razón que Génesis afirma: “Hagamos al ser humano a nuestra
imagen y semejanza” (Génesis 1:26a). Definitivamente, el Verbo estaba desde el
principio y por haber cumplido excelentemente su misión aquí en la tierra
merecía, merece y merecerá que le aclamemos con corazón, alma, mente y fuerza: “Digno
eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque
tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas”.
Estoy plenamente
convencida que al cielo llegaremos llenos de alabanzas y loores para nuestro
buen Jesús. Siempre he contado que cuando mi madre murió le pregunté angustiada
al Señor en dónde estaría ella y tuve una hermosa visión a través de un sueño
creo: yo estaba terminando ya la cuesta a una elevada montaña y mi madre me
estiró la mano para ayudarme a dar el último escaño diciéndome a la vez, que le apurara porque allá en el
cielo, todos adoraban al Señor. Y así lo vi: por doquiera que pasábamos se
escuchaban cantos de alabanza y adoración. Después de eso desperté en medio de
una luz, una paz y un olor fragante. Fue una experiencia inolvidable. No te
vayas a perder esta sinfonía de adoración a nuestro Salvador y Rey. Entrégale
tu vida y serás partícipe de ella.
Amado Señor Jesús: A Ti
todo loor, gloria, honra y poder porque la victoria fue tuya al derrotar al
enemigo y a la muerte. ¡Tú venciste Señor para darnos el derecho de estar en tu
presencia! ¡Te amamos Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
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