Pasé por el campo del perezoso, por la viña del falto de juicio. Había espinas por todas partes; la hierba cubría el terreno, y el lindero de piedras estaba en ruinas.
Proverbios 24:30-31.
Lectura: Proverbios
24:23-34. Versículos del día: Proverbios
24:30-31.
MEDITACIÓN DIARIA
Leyendo esta porción de
Proverbios 24 recordé la prédica dominical de mi Iglesia que se basó en la
parábola del sembrador (Lucas 8:5-8). La asimilé y la llevé al campo espiritual
porque pensé: ‘el campo del cristiano es su vida y su viña es el Señor”. Me
preguntaba entonces, ¿cómo estoy cuidando mi viña en el campo que el Señor me
dio? O de otro modo: ¿cómo estoy cuidando mi relación con Cristo en mi nueva vida?
¿Si me he dedicado a sembrar la semilla de manera tal que no permita que la
hierba cubra el terreno y tampoco que los pájaros vengan a comérsela? ¿Si la
estoy regando diariamente? ¿Estoy permitiendo que haya abrojos y espinos que la
estén ahogando? O por el contrario, ¿estoy tan feliz en ese campo que me
regocijo viéndolo crecer enverdecido y con frutos provocativos que llaman la
atención de todos los que pasan por allí?
Considero que la
similitud es bien extensa porque a nosotros por la pereza nos falta disciplina para
cultivar nuestro campo espiritual. Se nos ha regalado un campo hermoso con una
viña (una vida nueva con Cristo), y lo único que tenemos que hacer para
cuidarlo es podarlo, limpiarlo, regarlo y seguirlo cultivando. Pero no; nos ha
faltado entereza y diligencia para mantenerlo sin maleza y espinos. Muy
seguramente lo hemos dejado acabar porque lo principal para que crezca y
admirar su verdor es el riego diario de la Palabra de Dios. Sin este elemento
nos será muy difícil incluso sembrar nuevas semillas. Si no estamos dando el
fruto esperado en nuestra vida mucho menos podemos esperarlo de aquellos a
quienes les compartimos. Guardé en mi corazón lo observado, y de lo visto saqué
una lección: no podemos darle cabida al sueño ni al descanso porque la pobreza
espiritual nos asaltará. Tenemos que estar preparados cosechando bienes
celestiales porque el día está por llegar (vv. 32-34). Mi oración es porque el Señor
permita que nuestros campos sean tan agradables que otros quieran que los suyos
sean iguales de fructíferos al nuestro. Una vida dando fruto con Cristo
cultivado en nuestro corazón.
Amado Señor: En verdad,
personalmente quiero pedirte perdón porque no he guardado mi campo ni lo he cultivado
como lo mereces. Te ruego Señor que no solamente a mí sino a todos los que
siguen este devocional, nos enseñes a dejar la pereza y ser diligentes con el
regalo hermoso que nos hado para que a diario lo reguemos, limpiemos y
cultivemos para la gloria tuya. Muchas gracias buen Dios por perdonarnos y
escuchar nuestra oración. ¡Te alabamos y honramos por siempre!
Un abrazo y
bendiciones.
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