lunes, 4 de septiembre de 2017

Tras la huella del rebaño

Cuéntame, amor de mi vida, ¿dónde apacientas tus rebaños?, ¿dónde a la hora de la siesta los haces reposar? ¿Por qué he de andar vagando entre los rebaños de tus amigos? 
Cantares 1:7.

Lectura: Cantares 1:1-8.  Versículo del día: Cantares 1:7.

MEDITACIÓN DIARIA

Cantar de los Cantares además de ser un poema a la relación de la esposa con el esposo, lo es también a la de la Iglesia con Cristo. Así como para llegar a la boda una pareja primero pasa una etapa de noviazgo y compromiso donde se conocen, se enamoran, se dicen frases bonitas que se adornan con detalles demostrando el deseo de entregarse el uno al otro, de igual modo sucede en nuestra relación con el Señor. No olvidemos que todos los cristianos conformamos su Iglesia y por lo tanto somos su amada, su novia que espera con ansia su pronto regreso por ella, para celebrar juntos las mejores bodas: ¡Las bodas del Cordero!
Pero, ¿qué estamos haciendo como novia esperanzada en ese compromiso? ¿Sí estamos cimentado día a día ese amor con bases sólidas?, o solamente como suele suceder infortunadamente ahora con muchos adolescentes: ¿es simplemente un noviazgo más? Si hay algo hermoso en el cristiano nacido de nuevo es su ‘primer amor con el Señor’. Sé que para muchos de nosotros ha sido la etapa más linda y feliz que hemos vivido, porque ha sido conocer a Jesús en la inmensidad de su amor. Nuestras caras reflejan algo diferente; la mirada brilla e igual que todo lo que hacemos o decimos. Queremos gritar a los cuatro vientos la felicidad de saber que Jesús vive en nosotros. Es exactamente igual a cuando nos enamoramos. Por eso hoy con este devocional, quiero que recapacitemos y meditemos hacia dónde estamos llevando ese amor ofrecido por Cristo Jesús y si hemos olvidado ese primer amor volver a retomarlo.
Él mismo Señor nos dice: “Si no lo sabes, bella entre las bellas, ve tras la huella del rebaño y apacienta a tus cabritos  junto a las moradas de los pastores” (v. 8), el rebaño del Señor somos todos. Somos su manada pequeña (Lucas 12:32); seguir sus huellas y apacentar a los cabritos no es otra cosa que convertirnos en sus verdaderos discípulos obedeciendo el mandato de la Gran Comisión (Mateo 28:19-20), a través de la Iglesia donde nos ha colocado nuestro hermoso Novio. Sigamos esperando su regreso como la amada de Cantares para que cuando llegue el momento nos encuentre con ropas de lino fino, limpio y resplandeciente. Nos encuentre con el mejor atavío para recibir al que es Rey y Señor. “¡Dichosos los que han sido convidados a la cena de las bodas del Cordero!” (Apocalipsis 19:9). 

Mi Señor Jesús: Gracias por un día haber puesto tus ojos en mí y con lazos de amor llevarme a tus pies. Es el mejor regalo que he recibido en mi vida saber que por siempre estarás a mi lado como Novio que deseas darme lo mejor de Ti. De mi parte, ¡Quiero complacerte Amado mío! Quiero ir tras las huellas del rebaño y apacentar a los cabritos junto a la morada de los pastores. ¡Cuánto añoro tu regreso y convertirme en tu esposa! ¡Tú mismo eres bálsamo fragante! ¡Te amo mi Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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