Cuéntame, amor de mi vida, ¿dónde apacientas tus rebaños?, ¿dónde a la hora de la siesta los haces reposar? ¿Por qué he de andar vagando entre los rebaños de tus amigos?
Cantares 1:7.
Lectura:
Cantares 1:1-8. Versículo del día:
Cantares 1:7.
MEDITACIÓN
DIARIA
Cantar de
los Cantares además de ser un poema a la relación de la esposa con el esposo,
lo es también a la de la Iglesia con Cristo. Así como para llegar a la boda una
pareja primero pasa una etapa de noviazgo y compromiso donde se conocen, se
enamoran, se dicen frases bonitas que se adornan con detalles demostrando el
deseo de entregarse el uno al otro, de igual modo sucede en nuestra relación
con el Señor. No olvidemos que todos los cristianos conformamos su Iglesia y
por lo tanto somos su amada, su novia que espera con ansia su pronto regreso
por ella, para celebrar juntos las mejores bodas: ¡Las bodas del Cordero!
Pero, ¿qué
estamos haciendo como novia esperanzada en ese compromiso? ¿Sí estamos
cimentado día a día ese amor con bases sólidas?, o solamente como suele suceder
infortunadamente ahora con muchos adolescentes: ¿es simplemente un noviazgo
más? Si hay algo hermoso en el cristiano nacido de nuevo es su ‘primer amor con
el Señor’. Sé que para muchos de nosotros ha sido la etapa más linda y feliz
que hemos vivido, porque ha sido conocer a Jesús en la inmensidad de su amor.
Nuestras caras reflejan algo diferente; la mirada brilla e igual que todo lo
que hacemos o decimos. Queremos gritar a los cuatro vientos la felicidad de
saber que Jesús vive en nosotros. Es exactamente igual a cuando nos enamoramos.
Por eso hoy con este devocional, quiero que recapacitemos y meditemos hacia
dónde estamos llevando ese amor ofrecido por Cristo Jesús y si hemos olvidado
ese primer amor volver a retomarlo.
Él mismo Señor
nos dice: “Si no lo sabes, bella entre las bellas, ve tras la huella del rebaño
y apacienta a tus cabritos junto a las
moradas de los pastores” (v. 8), el rebaño del Señor somos todos. Somos su
manada pequeña (Lucas 12:32); seguir sus huellas y apacentar a los cabritos no
es otra cosa que convertirnos en sus verdaderos discípulos obedeciendo el
mandato de la Gran Comisión (Mateo 28:19-20), a través de la Iglesia donde nos
ha colocado nuestro hermoso Novio. Sigamos esperando su regreso como la amada
de Cantares para que cuando llegue el momento nos encuentre con ropas de lino
fino, limpio y resplandeciente. Nos encuentre con el mejor atavío para recibir
al que es Rey y Señor. “¡Dichosos los que han sido convidados a la cena de las
bodas del Cordero!” (Apocalipsis 19:9).
Mi Señor
Jesús: Gracias por un día haber puesto tus ojos en mí y con lazos de amor
llevarme a tus pies. Es el mejor regalo que he recibido en mi vida saber que
por siempre estarás a mi lado como Novio que deseas darme lo mejor de Ti. De mi
parte, ¡Quiero complacerte Amado mío! Quiero ir tras las huellas del rebaño y
apacentar a los cabritos junto a la morada de los pastores. ¡Cuánto añoro tu
regreso y convertirme en tu esposa! ¡Tú mismo eres bálsamo fragante! ¡Te amo mi
Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
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