Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios.
Romanos 3:22-23.
Lectura:
Romanos 3:9-31. Versículos del día:
Romanos 3:22-23.
MEDITACIÓN
DIARIA
La Biblia
es muy clara en afirmar que todos hemos pecado y estamos destituidos de la
gloria de Dios. Pero también nos da la solución, porque mediante la fe en el
Señor Jesucristo podemos ser salvos. Este es el regalo más maravilloso de
nuestro Papá Dios. Desde el mismo momento de la caída del hombre en el Edén,
nos prometió un Salvador y no dudó un momento en mandar a su Hijo Jesús a morir
en nuestro lugar.
Por eso
mismo, en el Evangelio de Juan leemos lo siguiente, hablando de Jesucristo: “Mas
a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de
ser hijos de Dios” (Juan 1:12). Podemos considerarnos muy buenos, siguiendo una
religión, haciendo buenas obras, grandes filósofos, etc. (vv. 10-18), pero nada
de esto nos acerca a Dios. No hay ni un solo justo y precisamente por esto,
tuvo que venir el Salvador como puente entre Dios Santo y el hombre pecador. El
sublime puente existente es Jesucristo. Él dijo ser el único camino para llegar
al Padre (Juan 14:6).
Si dejamos
el orgullo a un lado, la falsa humildad, la devoción engañada y admitimos que
somos pecadores, entonces, podemos decirle a Jesús que aceptamos lo que Él hizo
en la cruz en reemplazo nuestro y conseguiremos llegar al Padre; porque: “si
confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo
levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para
ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo” (Romanos
10:9-10).
No existe
otra alternativa o solución. Te pregunto: ¿Deseas que Dios te justifique
mediante la fe en Jesucristo? ¿Quieres atravesar el puente con Jesús de la
mano? Te invito a orarle así:
Señor
Jesús: Hoy confieso con mi boca y creo en mi corazón que eres el Hijo de Dios muerto
por mis pecados y levantado de entre los muertos para darme salvación. Te
acepto Jesús en mi vida como mi Señor y Salvador personal. Ven a mí, perdona
mis pecados y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias Señor por
perdonarme y limpiarme. Gracias por darme una nueva vida a tu lado. Amén.
Un abrazo y
bendiciones.
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