martes, 26 de septiembre de 2017

El morir con Cristo es doble ganancia

Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. 
1 Juan 3:2.

Lectura: 1 Juan 3:1-10.  Versículo del día: 1 Juan 3:2.

MEDITACIÓN DIARIA

Estaba leyendo este capítulo y recordé el audio pasado del pastor Navalon donde nos habla precisamente de esa linda promesa en que seremos semejantes a Jesús. Y sus palabras me recordaron a mi sobrino fallecido cuya enfermedad de cáncer lo disminuyó físicamente y murió no siendo ni la más remota sombra de lo que fue en vida saludable. Pero sí, qué alegría saber que cualquier enfermedad, dolencia, síndrome o amputación que hayamos tenido aquí en la tierra, será vencida por la presencia misma del Señor Jesucristo cuando nos encontremos con Él.
Esta bendita esperanza nos permite querer purificarnos cada día aborreciendo el pecado, practicando la justicia y amando al hermano (vv. 4-10). Y es que así debe ser: si amamos a Jesús y le seguimos, queremos ser como Él; aunque nuestra naturaleza carnal nos quiera arrastrar, tenemos al Señor quien nos ayudará y fortalecerá.  Somos miserables pero ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! (Romanos 7:24-25). “El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo” (v. 8 en la lectura). El Señor Jesucristo derrotó al pecado y derrotó a la muerte para que nosotros nos gocemos y deleitemos en el momento de partir. Definitivamente: ¡el morir con Cristo es doble ganancia! Salvos por Él y semejantes a Él.

Amado Señor: Es hermoso saber que este cuerpo mortal ya no nos seguirá martirizando en el momento de nuestro encuentro Contigo. ¡Bendita esperanza Señor! Tus palabras son fortaleza para el agobiado que las ha vivido y para sus familiares que las han compartido. Gracias, muchas gracias bendito Dios. Haznos entender cada día lo importante que es vivir a plenitud la gracia derramada en nosotros los que te conocemos y aceptamos como Salvador. Es el regalo más maravilloso recibido desde aquí en esta travesía. ¡Te amamos Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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