martes, 1 de noviembre de 2016

De Dios proceden el poder y la riqueza

Los santos mensajeros han anunciado la decisión, es decir, el veredicto, para que todos los vivientes reconozcan que el Dios Altísimo es el soberano de todos los reinos humanos, y que se los entrega a quien él quiere, y hasta pone sobre ellos al más humilde de los hombres. 
Daniel 4:17.

Lectura: Daniel 4:1-37.  Versículo del día: Daniel 4:17.

MEDITACIÓN DIARIA

El profeta Daniel es usado por Dios para que le revele al rey lo que pasará con su vida y su reinado (vv. 24-26), y le da un consejo: “Por lo tanto, yo le ruego a Su Majestad aceptar el consejo que le voy a dar: Renuncie usted a sus pecados y actúe con justicia; renuncie a su maldad y sea bondadoso con los oprimidos. Tal vez entonces su prosperidad vuelva a ser la de antes” (v. 27). Un tiempo después, Nabucodonosor en vez de haber aceptado el consejo de Daniel, se ufanó de su reino y poderío e inmediatamente Dios le quitó la autoridad real y lo apartó de la gente para que viviera entre animales y se alimentara de hierba como el ganado. Todo sucedió tal como Daniel se lo había profetizado (vv. 28-33), hasta que se humilló y reconoció que era el Señor quien lo tenía como rey: “Pasado ese tiempo yo, Nabucodonosor, elevé los ojos al cielo, y recobré el juicio. Entonces alabé al Altísimo; honré y glorifiqué al que vive para siempre: Su dominio es eterno; su reino permanece para siempre. Ninguno de los pueblos de la tierra merece ser tomado en cuenta. Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra. No hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos” (vv. 34-35).
A través de esta lectura aprendemos que debemos orar por todas las autoridades, porque todas son impuestas por Dios. Él da el poder a quien quiere y no se restringe en colocar también a los humildes. Y entender nosotros también que el único que merece exaltación y honor es el Señor. No somos nada ni nadie por más pergaminos y distinciones que se tengan. La sabiduría y el conocimiento vienen de Dios y a Dios debemos devolvérselos con nuestra alabanza y adoración hacia Él. “Por eso yo, Nabucodonosor, alabo, exalto y glorifico al Rey del cielo, porque siempre procede con rectitud y justicia, y es capaz de humillar a los soberbios” (v. 37).

Amado Dios Señor Omnipotente y Soberano: En verdad tus juicios son insondables e impenetrables tus caminos como lo decía Pablo. Tú eres el dueño de nuestras vidas y quien das el poder y la riqueza. Enséñanos a entender que toda autoridad procede de Ti y por consiguiente orar por ellas así no nos guste. Gracias te doy por los mandatarios y personas en cargos prominentes para dirigir los destinos de nuestros países. También te doy gracias por quien vaya a ocupar el cargo de presidente en Estados Unidos. Sabemos que tienes el control de los acontecimientos tal como lo has dicho en tu Palabra y esta se cumplirá al pie de la letra. Gracias buen Dios. ¡Te alabamos y glorificamos porque eres el Rey celestial!

Un abrazo y bendiciones.

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