viernes, 18 de noviembre de 2016

Que sea nuestro verdadero sentir

Gritaba a gran voz: Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adoren al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales. 
Apocalipsis 14:7.

Lectura: Apocalipsis 14:6-13. Versículo del día: Apocalipsis 14:7.

MEDITACIÓN DIARIA

Quien gritaba a gran voz era el ángel llevaba el evangelio para anunciarlo a toda la tierra: toda persona sin importar la nación, la raza, la lengua o pueblo escuchará el mensaje (v. 6), de manera que nadie tendrá excusa. El mismo Señor Jesucristo lo dijo a sus discípulos: “Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Creo que nosotros estamos dentro del rango de los que hemos escuchado las buenas nuevas del Señor Jesucristo y es nuestro deber no solamente temer a Dios y darle gloria, sino también compartirlas.
“Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito: ¡Qué hermoso es recibir al mensajero que trae buenas nuevas!”; “Pero pregunto: ¿Acaso no oyeron? ¡Claro que sí! Por toda la tierra se difundió su voz, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo!” (Romanos 10:14-15 y 18). Si no somos nosotros, será otros; pero recordemos que el Señor nos va a pedir cuentas.
Me estremezco cada vez que el Señor me habla de lo mismo y de la responsabilidad que tengo  de llevar el mensaje de salvación porque soy llamada a cumplir la Gran Comisión. Y esto no es solo para mí; es para todos los que nos consideramos discípulos de Jesús. Nos corresponde llevar a otros al evangelio, para que también ellos teman a Dios y le den la gloria que merece. Que ese sea nuestro verdadero sentir.

Amado Señor: No quiero ser una más dentro de tu Iglesia; deseo que me des el denuedo para hablar de Ti como cuando te conocí. Pon en mi corazón tanto el querer como el hacer y que sienta compasión por las almas perdidas. También te ruego que ese sea el sentir de los que  dicen ser tus discípulos. ¡Gracias por lo que harás en cada uno de nosotros! ¡La gloria es para Ti!

Un abrazo y bendiciones.

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