martes, 15 de noviembre de 2016

Y todavía lo alabaré

¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios! 
Salmo 42:5.

Lectura: Salmo 42:1-11.  Versículo del día: Salmo 42:5.

MEDITACIÓN DIARIA

Me fascina este Salmo. Incluso me lo aprendí hace muchos años pero en la versión Reina Valera. Y es que siempre lo he visto como la realidad que todos podemos vivir en momentos de tribulación. Considero que todas las personas enfrentamos aflicciones; unas más que otras y además unas más fuertes que otras. Me consuela saber que el Señor dijo: “En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Así que si el Señor lo dijo, así será. De todas maneras soy consciente que estas situaciones no son nada fáciles de manejar. Miremos apartes del Salmo y comparémoslo con la realidad:
“Me siento sumamente angustiado; por eso, mi Dios, pienso en ti desde la tierra del Jordán,     desde las alturas del Hermón, desde el monte Mizar. Un abismo llama a otro abismo en el rugir de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas se han precipitado sobre mí” (vv. 6-7). Ante situaciones difíciles nos sentimos abandonados, abatidos, angustiados. Sentimos que todo se derrumba ante nuestros pies y que estamos como congelados.  Y también llegamos a hablarle al Señor así: “¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué debo andar de luto y oprimido por el enemigo? Mortal agonía me penetra hasta los huesos ante la burla de mis adversarios, mientras me echan en cara a todas horas: ¿Dónde está tu Dios? (vv. 9-10). No sé si a ustedes les ha pasado, pero a mí sí: muchas personas creen que nosotros por ser cristianos, estamos exentos de todo; y si saben algo de lo nuestro, lo primero que se les ocurre decir es: “¿pero acaso no eres cristiana? ¿Por qué Dios te trata así?
Tenemos que aprender a afrontar estas situaciones con el único que nos puede sacar avante: el Señor Jesucristo. “Ésta es la oración al Dios de mi vida: que de día el Señor mande su amor,     y de noche su canto me acompañe” (v. 8). Es que si en el día estamos seguros del amor del Señor y que nos ama a pesar de…, porque las circunstancias no son mayores que su amor; entonces es más llevadera la aflicción. Y si de noche le pedimos que nos acompañe con su canto, tendremos un sueño sosegado y profundo. No podemos dejar que el enemigo se aproveche de esto y nos robe la paz.
Entonces concluiremos: “¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!” (v. 8). ¡Aleluya!

Señor Jesús: Tú eres nuestra esperanza y nuestra fortaleza. Gracias por las vicisitudes que a diario afrontamos. Aunque no te veamos, ahí siempre estarás presente. Enséñanos cada día a cogernos firmemente de tu mano para que cuando lleguen los días malos, no tambaleemos y nos caigamos. Te alabamos y exaltamos por lo que Tú eres Señor, no por las dádivas o regalos que nos ofreces. Te adoramos y te vemos tanto en los tiempos de angustia como en los de alegría. ¡Tú eres Excelso y tu Nombre está por encima de toda situación! ¡La gloria es para Ti!

Un abrazo y bendiciones.

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