miércoles, 16 de noviembre de 2016

Nadie más merece lo excelso sino nuestro Dios

El hijo honra a su padre y el siervo a su señor. Ahora bien, si soy padre, ¿dónde está el honor que merezco? Y si soy señor, ¿dónde está el respeto que se me debe? Yo, el Señor Todopoderoso, les pregunto a ustedes, sacerdotes que desprecian mi nombre. 
Malaquías 1:6.

Lectura: Malaquías 1:6-14.  Versículo del día: Malaquías 1:6.

MEDITACIÓN DIARIA

Duras preguntas hace el Señor. Y es verdad. Decimos que es nuestro Dios y no le damos el honor que merece. ¿Cómo se trata a un presidente, un rey o simplemente a un jefe? Seguramente muchísimo mejor que como tratamos a Dios. Él que es el Rey del universo, el Señor de señores, lo miramos, o bien como alguien muy lejano, o cercano diríamos los cristianos, pero sin respeto alguno. A través de la lectura vemos que el Señor se queja de las ofrendas que el pueblo le hace: animales ciegos, cojos o enfermos. “¿Por qué no tratan de ofrecérselos a su gobernante? ¿Creen que estaría él contento con ustedes? ¿Se ganarían su favor? —dice el Señor Todopoderoso—” (v. 8).  Así que cuando le ofrezcamos al Señor algo, que sea lo mejor y cumplámosle lo prometido porque de lo contrario seremos tramposos y miremos su palabra: “¡Maldito sea el tramposo que, teniendo un macho aceptable en su rebaño, se lo dedica al Señor y luego le ofrece un animal mutilado! Porque yo soy el gran rey —dice el Señor Todopoderoso—, y temido es mi nombre entre las naciones” (v. 14). Por eso es mejor no prometer, que prometer y no cumplir.
Esto puede complementar el devocional anterior sobre el dar. Es tan profunda la lectura que de aquí tenemos que aprender lo indispensable que es ofrecer siempre lo mejor: a Dios porque es el Amo, el Rey supremo, el Gran Yo Soy; y al prójimo porque es como si se lo estuviéramos dando al mismo Señor y tampoco le va a gustar que ofrezcamos lo que está roto, viejo o  inservible.

Amado Señor: Te pedimos perdón porque quizá muchas veces hemos obrado sin tener en cuenta que Tú mereces toda nuestra atención y adoración en todos los campos. Especialmente, enséñanos a ofrecerte siempre lo mejor de lo mejor. A tenerte de verdad como nuestro gran Rey y Señor y saber que eres digno de toda honra, gloria y honor. De paso también Señor, te rogamos que pongas en nuestro corazón ser dadivosos con el prójimo ofreciendo de igual manera lo mejor. ¡Gracias por la lección buen Dios!

Un abrazo y bendiciones.


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