Pero cuando se manifestaron la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, el cual fue derramado abundantemente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador.
Tito 3:4-6.
Lectura: Tito 3:
1-15. Versículos del día: Tito 3:4-6.
MEDITACIÓN DIARIA
Tal como lo dicen los
versículos del día, nos sucedió cuando decidimos aceptar al Señor Jesucristo en
nuestras vidas. Tenemos que entender que no éramos merecedores de su gracia,
pero su bendita misericordia vino sobre nosotros. He ahí la gracia: el regalo,
el don inmerecido al que no teníamos derecho de no haber sido por su amor
incondicional.
Además dice: “Nos salvó
mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu
Santo”. Así es: al convertirnos en nuevas creaciones se produce una
regeneración total; lo viejo queda atrás, todo es completamente nuevo (2
Corintios 5:17). Nuestras ropas sucias rojas como la púrpura por el pecado,
quedarán blancas como la lana (Isaías 1:18). Es el bendito Espíritu Santo quien
se encargará de renovarnos día tras día. Por eso el Señor advirtió que no nos
dejaría solos, nos mandaría un Consolador y Él es quien primero nos convence de
pecado, para después empezar su obra regeneradora.
Yo te invito a que le
rindas tu vida a Jesús y si ya lo has hecho; entonces ahora ríndete ante su
Santo Espíritu y permite que vaya sacando lo que te está haciendo daño y vaya mostrándote la persona nueva que eres. Deja
que el Espíritu Santo te inunde; embriágate de Él; llénate de su fruto. Dale gracias por su obra regeneradora en
tu vida y abrigar la esperanza de una vida eterna a su lado.
Amado Señor: muchas
gracias porque desde el mismo momento en que nos rendimos a Ti empezaste a
hacernos nuevas criaturas. La vida antigua pasó y con ella se quedaron todos
los pecados que nos apartaban de tu presencia. Ahora queremos darte honor y
gloria por ser nuestro Salvador y Redentor. Darte las gracias también por tener
siempre a nuestro lado a tu Santo Espíritu quien día tras día nos enseña cómo
vivir para agradarte y para exaltar tu Nombre. ¡Bendito eres Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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