Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: Habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo.
Salmo 27:4.
Lectura: Salmo 27:1-14.
Versículo del día: Salmo 27:4.
MEDITACIÓN DIARIA
Ante las diferentes
circunstancias de amenazas en su contra, el rey David comienza este Salmo
confiando en el Señor quien es su protector, el fuerte de su vida; y por lo
tanto nadie puede hacerle frente, porque su Dios es más Poderoso que todos (v.
1). Lo interesante es que reconoce que
para que esto se dé, debe de estar siempre en su Presencia todos los días y
esto es lo que persigue: contemplar su hermosura y recrearse en su templo. Él
sabe como ningún otro que manteniéndose de rodillas delante de su Señor podrá
sostenerse de pie ante cualquier adversidad; y si es necesario lo pondrá en lo
alto de una roca para resguardarlo (v. 5).
Yo también diría que el
Señor hace lo mismo con nosotros, así no sea por ataques de enemigos sino por las
aflicciones que suelen llegar en el diario vivir. Si queremos gozar de esos
privilegios, igual nuestra relación con el Señor debe ser firme y diaria. E
incluso, no es de un momento solamente en la mañana o en la noche, debe ser tal,
que se forme un modo de vida en cada uno dependiente totalmente de Dios. Para
esto no se necesita estar metidos a toda hora en lo que normalmente llamados
templo; recordemos que nuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo y Él mora
en nosotros. Entonces estemos en continua comunicación con Él: riámos,
lloremos, gocémonos a su lado. Esto es también admirarlo y recrearnos con quien
es la fuente primordial de nuestra vida. De este modo podemos tener la certeza
que escucha nuestras plegarias. “Mi corazón te ha oído decir: Ven y conversa
conmigo. Y mi corazón responde: Aquí vengo, Señor” (v. 8 NTV).
Que nuestra confianza
con el Señor sea tal, que también reconozcamos que ni padre ni madre pueden
hacerlo como Él (v. 10). “Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad
del Señor en esta tierra de los vivientes. Pon tu esperanza en el Señor; ten
valor, cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor! (vv. 13-14).
Señor mío y Dios mío:
Aquí me presento delante de Ti. Quiero poner a tus pies todas mis cargas, mis
angustias, desilusiones y contratiempos. Sé que Tú eres mi refugio por
excelencia; la torre fuerte que me acompaña y que cuando ya no puedo resistir
más, me alzas y llevas en tus brazos o me colocas en la cima para que nada me
siga haciendo daño. Gracias mi Señor porque como en otras circunstancias estoy
segura que no me dejarás ni me desampararás. Gracias porque también puedo reír
Contigo y regocijarme con tu ternura y amor. Gracias porque como David estoy
segura que volveré a ver tu bondad en esta tierra. ¡Te alabo bendito Dios! ¡Toda
la gloria y honra son para Ti!
Un abrazo y
bendiciones.
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