Cristo, por el contrario, al presentarse como sumo sacerdote de los bienes definitivos en el tabernáculo más excelente y perfecto, no hecho por manos humanas (es decir, que no es de esta creación), entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno. Hebreos 9:11-12.
Lectura: Hebreos 9:11-28. Versículo del día: Hebreos 9:11-12.
MEDITACIÓN DIARIA
Pienso que el Señor
Jesucristo, nuestro gran sumo sacerdote, tomó como sitio de su tabernáculo la
cruz del Calvario; lo asemejo porque ahí fue sacrificado. Allí una sola vez y
para siempre entró en el Lugar Santísimo, sólo por nosotros, para rescatarnos
del infierno. “Y así como está establecido que los seres humanos mueran una
sola vez, y después venga el juicio, también Cristo fue ofrecido en sacrificio
una sola vez para quitar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya
no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo
esperan” (vv. 9:27-28).
Cuando el Señor Jesús
murió el velo del templo de Jerusalén se
rasgó en dos. Ya había entrado al Lugar Santísimo el Cordero inmolado para
quitar el pecado del mundo. Por lo tanto ya no existiría más la separación del
hombre con Dios. Ahora ya todo corre por nuestra cuenta. Podemos proseguir la
marcha reconociendo lo que Jesús hizo, hasta entrar al Lugar Santísimo. Definitivamente
no existe otro camino para llegar al Padre. Cristo es nuestro Sumo Sacerdote y
tenemos acceso continuamente hacia ese precioso Lugar. El templo hecho con manos
humanas desaparece para dar lugar al divino; al del Verbo hecho carne, al que
habitó entre nosotros.
Creo que cuando se
entiende este sacrificio tan hermoso nuestro corazón se doblega y le es fácil
buscar a Jesús como la puerta para llegar al cielo.
Amado Señor: Gracias
por tu sacrificio en esa cruenta cruz. Gracias porque ya no necesitamos un
sacerdote de éste mundo para expiación de los pecados. Te tenemos a Ti Señor y
dador de vida, de sanidad, de dominio propio y de alegría. No merecíamos tanto
dolor de tu parte, pero a la vez te agradecemos porque tan sublime muerte, solo
tuvo un propósito: nuestra salvación. Ahora esperamos tu pronto regreso para
recibirte a Ti y estar por siempre a tu lado.
Un abrazo y
bendiciones.
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