En paz me acuesto y me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces vivir confiado. Salmo 4:8.
Lectura: Salmo
4:1-8. Versículo del día: Salmo 4:8.
MEDITACIÓN DIARIA
Es muy cierto que
cuando se tiene una preocupación, el sueño se va. No aparece por ninguna parte
y esperamos el amanecer, dando vueltas y vueltas en la cama. ¿Pero qué es lo
primero que debemos hacer cuando estamos ya listos a caer rendidos en la
noche? Leamos el versículo 4: “en la
quietud del descanso nocturno examínense el corazón”. Hay que examinarnos y ver
qué hay en el trasfondo nuestro que tal vez hayamos hecho mal; y si es así,
pedirle perdón al Señor con la certeza de que Él nos oye, perdona y limpia (1
Juan 1:9). También nos dice: “Sepan que
el Señor honra al que le es fiel; el Señor me escucha cuando lo llamo” (v. 3 en
la lectura).
A modo muy personal,
considero que cuando nos desvelemos y el sueño no quiera venir pongamos en
práctica este Salmo. Podemos en la quietud de la noche tener un rato de intimidad
con el Señor: hablar con Él; decirle nuestra preocupación; pedirle perdón si le
hemos ofendido y después decirle que nos levante y que todos puedan contemplar
su rostro en nosotros, porque en definitiva, Él es nuestra fortaleza y quien a
pesar de las pruebas nos da paz.
Amado Señor: No importa
si las preocupaciones llegan porque en Ti tenemos al mejor Consejero, Amigo y
Confidente. Gracias porque Tú lo sabes todo y no tenemos necesidad de ocultarte
nuestras faltas y defectos. Siempre estás listo a perdonarnos y a mirarnos con
el mismo amor de siempre. Cuando hablamos Contigo y nos quebrantamos, lo
difícil se torna fácil y lo pesado, liviano. Por tu infinito amor, antes
permites que la luz tuya venga a brillar sobre nosotros y valoramos lo que significa
tenerte siempre a nuestro lado. ¡Alegría tan inmensa, no se puede comprar! ¡Te
amamos Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
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