Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse. Santiago 1:19.
Lectura: Santiago
1:1-27. Versículo del día: Santiago
1:19.
MEDITACIÓN DIARIA
¡Ay Dios! No sé si a la
mayoría de personas les pasa igual que a mí: no sé escuchar. Creo que hablo más
de lo que escucho. Esto se convierte en un problema porque por querer hablar,
muchas veces no ponemos atención a lo que se nos dice; y aparte de ser un signo
de mala educación nos distrae y nos hace indiferentes frente a la persona que
nos está hablando. Todos los días en mis oraciones, le pido al Señor que me
enseñe a escuchar y sí he aprendido, pero aún me falta. Cuando alguien me habla
tengo que concentrarme en lo que me está diciendo y no querer de inmediato,
como decimos en Colombia: ‘meter la cucharada’ e interrumpir para decir mis
argumentos.
Leamos bien: ‘escuchar’.
Con el tiempo me he dado cuenta que no es lo mismo escuchar que oír. Y el
versículo del día nos dice: “deben estar listos para escuchar”. Es que si
escuchamos estamos poniendo atención. De resto sería como oídas nada más: “De
oído oiréis, y no entenderéis” (Mateo 28:14 RVR 1960); y no recuerdo también,
en dónde leí que las oídas muchas veces se transforman en chismes. Y es
precisamente por la diferencia que existe entre escuchar y oír. Cuando escucho,
pongo atención a lo que me dicen; cuando oigo, acumulo palabras que después muy
seguramente puedo llegar a tergiversar. ¡He ahí el detalle!
Si nos damos cuenta el
versículo termina con “lentos para hablar y para enojarse”. Con toda razón,
porque si no esperamos a terminar la primer premisa del que nos habla, por
ejemplo frente a un reclamo, fácilmente podemos pasar del bla,bla,bla, al enojarnos
como conclusión. Pongamos en práctica este sabio consejo del apóstol Santiago.
Nos evitará muchos contratiempos.
Amado Señor: En tu
infinita perfección nos diste dos oídos y una boca. Enséñanos a manejarlos de
acuerdo a lo diseñado por Ti. Te pedimos sabiduría para aprender a escuchar más
y hablar menos. Lo necesitamos para consolar, para animar y aun para exhortar.
Gracias por tu Palabra Señor y por tenerla como instrumento tuyo para nuestra
edificación.
Un abrazo y
bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario