Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible; se les han embotado los oídos, y se les han cerrado los ojos. De lo contrario, verían con los ojos, oirían con los oídos, entenderían con el corazón y se convertirían, y yo los sanaría.Hechos 28:27.
Lectura: Hechos 28:1-31.
Versículo del día: Hechos 28:27.
MEDITACIÓN DIARIA
Puesto que el pueblo de Israel
rechazó el mensaje de Jesús, su mensaje de salvación fue dirigido a los
gentiles (v. 28). Lo triste es que a los gentiles también se les ha endurecido
el corazón, se les han cerrado los oídos y no quieren escuchar; están cegados
dentro de su misma lujuria. Cada día pareciera que se obstruyeran más las
puertas para que el hombre conociera a Jesús como su Salvador. Pero recordemos
que así el mundo esté envuelto en un caos, no es razón para dejar de compartir;
al contrario, hagámoslo con más arrojo porque donde abunda el pecado sobreabunda
la gracia (Romanos 5:20). Nosotros somos los portadores de mostrarles y
enseñarles esa gracia. Por esto, no dejemos de hablar ya que el tiempo se
acerca cada día con más velocidad al regreso de Cristo, y tenemos la
responsabilidad del cumplimiento de la
gran comisión.
Si no lo hacemos, entonces nos
convertimos nosotros, su Iglesia, en el pueblo obstinado que tampoco quiere ver
ni escuchar. ¡Cuidado! Porque a los de
afuera no se les puede exigir si no conocen, pero si los cristianos no
practican lo que escuchan día tras día, mayor es el problema. Con razón decía David Wilkerson que la dureza
de corazón viene como resultado de rechazar repetidos avisos y que los endurecidos
de corazón estaban dentro de la misma Iglesia.
El Espíritu Santo permita que
nuestros labios se abran para que todo el que se nos acerque sepa, que hay un
Dios amoroso dispuesto a recibirlo y acogerlo en sus brazos.
Amado Señor Jesús: Si el
mensaje de salvación se volteó para los gentiles, enséñanos a no temer e ir con
decisión y denuedo a llevar tu Palabra hacia los que no te conocen. Gracias
porque Tú pones en nosotros el querer como el hacer y te rogamos que seas Tú
mismo dirigiendo nuestros pasos para cumplir ese mandato, porque todos los gentiles necesitan conocerte. ¡Te amamos Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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