sábado, 11 de junio de 2016

Necesitamos sabiduría y discernimiento para actuar




Muchos de los que habían creído llegaban ahora y confesaban públicamente sus prácticas malvadas. 
Hechos 19:18.


Lectura: Hechos 19:1-22.  Versículo del día: Hechos 19:18.

MEDITACIÓN DIARIA

A pesar de tanta oposición Pablo seguía difundiendo el mensaje de salvación a los efesios e iba sanando enfermos y sacando espíritus malignos. Hubo unos judíos que viendo cómo Pablo expulsaba los demonios, quisieron sacar provecho de esto y resultó que un día un hombre quien tenía un espíritu maligno, los dominó a todos al punto de maltratarlos haciéndolos huir desnudos y heridos (vv. 12-15). Esto sirvió para que el nombre del Señor Jesús fuera glorificado y para que muchos de los que habían creído confesaran abiertamente sus prácticas malvadas. Llegaron incluso a juntar los libros de hechicería y quemarlos delante de todos (v. 19). Como consecuencia: “la palabra del Señor crecía y se difundía con poder arrollador (v. 20).
Todo lo anterior no fue más que el fruto de la obediencia de Pablo. A nosotros nos da temor compartir y mucho más si nos lanzamos a orar por un enfermo o reprender algún demonio. El Señor Jesús dijo al respecto lo siguiente: “Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre” (Juan 14:12). Solo necesitamos creer en Él. Ahora bien, fijémonos que los demonios conocen quién les habla: “Un día el espíritu maligno les replicó: Conozco a Jesús, y sé quién es Pablo, pero ustedes ¿quiénes son?” (v. 15 en la lectura).  En mi parecer, si no hay la convicción completa, es mejor quedarse quieto. Necesitamos sabiduría y discernimiento para actuar.

Amado Señor: Te rogamos que nos llenes de tu Santo Espíritu y nos des sabiduría para entender y discernir el momento exacto donde tenemos que actuar con valor, y en tu Nombre alejar todo espíritu maligno para que lo vean los ojos de los incrédulos, se arrepientan y reciban la salvación. Ante todo queremos glorificarte y honrarte por siempre, llevando a muchos a tus pies. ¡Gracias buen Señor!  

Un abrazo y bendiciones.

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