domingo, 24 de marzo de 2013

Ciego es quien no quiere ver




—Si es pecador, no lo sé —respondió el hombre—. Lo único que sé es que yo era ciego y ahora veo.  
Juan 9:25.


Lectura: Juan 9:1-41.  Versículo del día: Juan 9:25.

MEDITACIÓN DIARIA

Infortunadamente, vemos a diario muchísimas situaciones parecidas a la del ciego de nacimiento que nos relata el capítulo de hoy. A pesar de ver con los ojos y experimentar el poder de Dios en la vida, se les da la gloria a otros en vez de reconocer la mano poderosa del Creador.     
Criticamos a los judíos y fariseos hipócritas de la época del Señor, y sin embargo actuamos igual que ellos.  Se conoce la Escritura de lado a lado; se asiste a una iglesia, e incluso se toman cursos bíblicos, pero en el fondo persisten la duda y el engaño de Satanás para desviarnos y no dejarnos dar la gloria a quien de verdad, la merece. ¿Cuántas veces se cree más en las artimañas de un brujo que en el Dios Todopoderoso que tenemos en el corazón?
Los fariseos increpan al hombre sanado sacando argumentos tales, como que Jesús es pecador y no puede sanar a nadie; o llegando al punto de censurarlo y acusarlo de mentiroso, diciéndole que nunca había sido ciego.  Definitivamente ciego, no es el que no ve; sino el que no quiere ver.   
Meditemos sobre dos aspectos; uno: que a Dios nada le queda grande y puede obrar portentosamente.  Dos: que cuando ocurra el milagro, no le robemos la exaltación que merece nuestro Dios.

Amado Señor: He visto tantos casos de tu amor y misericordia no solo en mi vida sino en la de familiares y amigos, que me es imposible no reconocerte como el único y suficiente Dios poderoso e inmutable.  El único que a pesar de nuestras caídas, estás siempre ahí, listo a tendernos la mano y sacarnos del aprieto.  Abre nuestros ojos para que podamos ver lo natural y sobrenatural con lo que a diario nos complaces.

Un abrazo y bendiciones.

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