sábado, 22 de septiembre de 2012

¡Tu Salvador viene!



¡Alégrate mucho, hija de Sión!  ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén!  Mira, tu rey viene hacia ti,     justo, salvador y humilde.  Viene montado en un asno, en un pollino, cría de asna.  
 Zacarías 9:9.


Lectura diaria: Zacarías 9:9-17.  Versículo principal: Zacarías 9:9.

REFLEXIÓN

Quinientos años antes, era anunciada la profecía a través de Zacarías.  El Rey vendría, humildemente montado en un burrito para llegarle a su pueblo y que este entendiera su procedencia.  En el tiempo exacto se cumplió: “Los discípulos fueron e hicieron como les había mandado Jesús.  Llevaron la burra y el burrito, y pusieron encima sus mantos, sobre los cuales se sentó Jesús” (Mateo 21:6-7).  El Rey de reyes y Señor de señores no entró a Jerusalén montado en un brioso caballo como los que tenían los romanos, no; quiso llegar a los suyos con plena humildad y mansedumbre y esta gente lo proclamó como al Hijo de David, al punto de conmoverse con Él y promulgarlo como su Rey, pues  ya estaban cansados del yugo que el imperio romano ponía sobre ellos.
“Mira, tu rey viene hacia ti, justo, salvador y humilde”; pueden pasar los años, los tiempos y las épocas pero el gran misterio de la salvación está aún vivo y latente.  Jesús quiere que se le proclame como el Salvador que llega a todos los corazones cansados y atribulados.  ¡Viene hacia ti!  Y esta grandiosa oportunidad no hay que desperdiciarla.  Cada día es más difícil el vivir en un mundo lleno de maldad y completamente convulsionado por el egoísmo, el fanatismo y la religiosidad.  Cristo viene a brindar una vida completa con Él; una vida con un propósito definido.  Viene buscando a más seguidores que pongan sus palmas mientras se pasea por las calles de las ruidosas ciudades.  Su misión: ofrecer vida eterna a sus seguidores y hacerlos llamar hijos de Dios. No busca crear una religión más: busca que cada persona le conozca, le permita entrar en su corazón y habitar con él hasta la eternidad.  Simplemente es que cambie su estilo de vida. 
¡Hoy es tu día! Tu Salvador viene y te dice: “¿Me permites seguir?”  La decisión es tuya.  Quizá no haya otro tiempo igual.  ¿Deseas hacerlo?  Te invito a que hagas la siguiente oración:

Señor Jesús: Reconozco que eres el Hijo de Dios, muerto por mí, crucificado y resucitado.  Reconozco que he pecado de muchas maneras y te pido perdón por ello.  He visto tu invitación y deseo que vengas a morar conmigo; quiero que seas mi Señor y Salvador personal.  Toma el control del trono de mi vida y hazme la persona que quieres de mí de acuerdo a tu voluntad.  Gracias Jesús por todo lo que has hecho para llevarme hasta tus píes.  Gracias por darme la vida eterna y saber que siempre estaré contigo.  En tu nombre Jesús, amén y amén.

Un abrazo y bendiciones. 

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