martes, 18 de septiembre de 2012

La gloria venidera



Porque el Cordero que está en el trono los pastoreará y los guiará a fuentes de agua viva; y Dios les enjugará toda lágrima de sus ojos.  
 Apocalipsis 7:17.


Lectura diaria: Apocalipsis 7:9-17.  Versículo principal: Apocalipsis 7:17.

REFLEXIÓN

El Buen Pastor, Él que nos conduce a verdes prados para descansar junto a tranquilas aguas (Salmo 23:2); El que da su vida por las ovejas (Juan 10:11), es el mismo que estará esperándonos para refrescarnos y consolarnos.  El apóstol Pablo con razón decía: “De hecho, considero que en nada se comparan  los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros” (Romanos 8:18); Pablo sabía muy bien en quien había creído y la ganancia que obtendría cuando partiera de este mundo: “Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.  Ahora bien, si seguir viviendo en este mundo representa para mí un trabajo fructífero, ¿qué escogeré?  ¡No lo sé!  Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con Cristo,  que es muchísimo mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que yo permanezca en este mundo” (Filipenses 1:21-24).  Esta es la seguridad que debemos tener todos los creyentes: saber que si morimos vamos a disfrutar de una mejor vida muchísimo mejor, directamente de la mano de Cristo.
Quizá sí, nos lleguen a embargar sentimientos de tristeza por el apego a este mundo y por los seres queridos que dejemos, pero “la gloria que habrá de revelarse” no se comparará con absolutamente nada de lo vivido.  “Devorará a la muerte para siempre; el Señor omnipotente enjugará las lágrimas de todo rostro” (Isaías 25:8).  El solo hecho de que Dios sea el que seque las lágrimas es una muestra de hasta dónde su amor nos cobijará.
A ti amigo que lees este devocional y has querido entregarle tu vida a Jesús, pero no te has decidido, te repito las mismas palabras del Señor: “Si –supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua –contestó Jesús­–, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida” (Juan 4:10); “Pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna” (Juan 4:14).  Acepta esa agua que Jesús te ofrece.

Señor Dios Rey celestial: ¡Cuántas cosas haces por nosotros sin ni siquiera decir que lo merecemos!  Solo tu infinito amor nos permite gozar en esta vida de tus grandes bendiciones, mientras esperamos la gloriosa partida para deleitarnos en tu presencia.

Un abrazo y bendiciones.

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