miércoles, 5 de septiembre de 2012

En el suave murmullo




Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego.  Y después del fuego vino un suave murmullo.  
 1 Reyes 19:12.

Lectura diaria: 1 Reyes 19:1-18.  Versículo principal: 1 Reyes 19:12.

REFLEXIÓN

A veces creemos que las tempestades no pasarán y al igual que le sucedió a Elías el profeta, ante tanta presión y amenaza, resultamos reclamando y peleando con Dios.  En medio de su desilusión y cansancio por correr de un lado para otro, evadiendo a Jezabel esposa del rey Acab de Israel quien quería matarlo, le dice a Dios: “¡Estoy harto, Señor!  –Protestó–. Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados” (v.4b).  El Señor no había abandonado a Elías como tampoco nos abandona a nosotros; solamente quería hacerle saber que a pesar de las dificultades, Él estaba allí y que iba a manifestar su grandeza y poder en medio de la calma, cuando él también hubiera aprendido a calmarse y permitir que su suave fragancia lo envolviese.
Así, con esa delicadeza obra nuestro amado Jesús; en tiempo de reposo y quietud puede hablarnos más tranquilo y sosegadamente porque sabe que el corazón está dispuesto a escuchar.  Cuántas veces corremos sin parar, casi que dando vueltas sobre lo mismo, hasta que resolvemos detenernos, respirar y permitir que el Señor se manifieste en medio del suave murmullo.
Si estamos en esa situación: cansados de trasegar de un lugar a otro; de no encontrar solución a los problemas que nos aquejan; de ir allí y más allá con Hojas de Vida que no obtienen respuesta; de combatir la rebeldía de alguno de los hijos, etc., etc., paremos.  Hay que hacer un alto en el camino, reposar y mirar a quien debemos dirigirnos siempre: al Señor Jesucristo, Él no puede manifestarse abiertamente en los vientos recios, ni en los terremotos ni el fuego porque de seguro, allí no lo vamos a escuchar.  Hay que sentarnos debajo de un arbusto, alimentarnos de su Palabra y tomar del agua de vida que se nos ofrece, para retomar nuevas fuerzas y continuar por la ruta trazada por nuestro Salvador.  Ahí entonces, lo escucharemos.

Amado Señor: Gracias porque a pesar de las aflicciones, siempre Tú buscas el momento preciso para hablarnos y hacernos entender que estamos en tus manos.  Gracias porque en el suave murmullo te podemos encontrar.

Un abrazo y bendiciones.

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