domingo, 16 de septiembre de 2012

El Gran Vencedor



Uno de los ancianos me dijo: ‘¡Deja de llorar, que ya el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido!  Él si puede abrir el rollo y sus siete sellos’.  
 Apocalipsis 5:5.


Lectura diaria: Apocalipsis 5:1-14.  Versículo principal: Apocalipsis 5:5.

REFLEXIÓN

Juan lloraba mucho porque en su revelación, no se hallaba alguien digno de romper los sellos y de abrir el rollo.  Él no había entendido aun que ese fue el sacrificio que vino a ofrecer el Señor Jesucristo y entonces uno de los ancianos tiene que calmarlo y hacerle ver que el Cordero  ya había sido sacrificado  precisamente con ese fin y le entonaban un cántico nuevo, adorándole así: “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (v. 9).
Así es; todo el que se acerca a Jesucristo y le acepta como ese Cordero inmolado, que vino a pagar el precio de todos nuestros pecados, está aceptando que fue comprado no con dinero ni bienes materiales sino con la propia sangre del Señor.  Cuando estemos en el cielo también iremos a cantar con todas nuestras fuerzas, rindiéndole la pleitesía que merece: “¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!” (v. 12). 
Lo importante es entender que la sangre del Señor Jesús, fue derramada no para unos pocos, sino para toda la humanidad.  Con ella compró a “gente de toda raza, lengua, pueblo y nación”.  Esa sangre está disponible para todo el que quiera aceptar la obra redentora de Cristo en la cruz.  Por eso es nuestro deber compartir este misterio tan grande pero a la vez tan arrollador de amor, para que sean muchos más los que puedan decir: ¡Tú eres el Gran vencedor; el León de la tribu de Judá, la raíz de David  que te inmolaste por mí!

Amado Señor Jesús: Gracias porque cada día entendemos mejor lo que hiciste por nosotros cuando te entregaste como un cordero inocente para reconciliarnos con Dios Padre.  Enséñanos a valorar este sacrificio de tal modo que nuestras acciones no te defrauden nunca.

Un abrazo y bendiciones.

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