Mía es la plata, y mío es el oro –afirma el Señor Todopoderoso–. El esplendor de esta segunda casa será mayor que el de la primera –dice el Señor Todopoderoso–. Y en este lugar concederé la paz, afirma el Señor Todopoderoso.Hageo 2: 8-9.
Lectura diaria: Hageo 2:1-9. Versículos principales: Hageo 2:8-9.
REFLEXIÓN
¿Qué persona en el mundo por más
rey, jeque o mandatario que sea puede afirmar que la plata y el oro son de
él? Nadie; solamente mi Padre celestial,
lo afirma una y otra vez porque así es.
Los hijos de Dios nos podemos dar el lujo de ir ufanándonos, al
proclamar que el Todopoderoso, nuestro
Señor y Rey es el dueño absoluto de todo y por lo mismo para Él no existen los
imposibles.
¡Qué bonito! No solamente nos lo dice personalmente, lo
podemos aplicar también para la familia, la empresa o nación. Personalmente, oro, confieso y promulgo que
mi Colombia alcanzará la paz tan anhelada y esta promesa la tomo para sí. El pueblo creyente de Colombia ha empezado a
darse cuenta que es humillándose y orando que Dios volteará los ojos hacia esta
tierra y la restaurará (2 Crónicas 7:14).
Nuestro país ha empezado a coger fuerza en la economía y eso es regalo
de Dios, que la ha mirado con ojos de misericordia y amor. Y la promesa que sigue es alentadora: “Y en
este lugar concederé la paz”. Sé que hay
mucho escéptico al respecto, pero en lo que me concierne oro para que esos
diálogos de paz lleguen a un feliz término.
Oro también para que el pueblo colombiano entienda lo que es el perdón y
la reconciliación. Si vamos a perdonar,
es a perdonar de verdad; no con resentimientos y odios que generen a la postre
otras frustraciones mayores y ahí si sea peor el remedio que la enfermedad.
Mi intención con este devocional,
es que cada uno se lo apropie de acuerdo como el Espíritu Santo le administre, porque
puede ser tanto para sus vidas como para las de sus hogares o empresas. Y si lo toma para Colombia, le invito a estar
orando por todas aquellas personas y estamentos que se sentarán a buscar una
concertación que nos de, después de tantas décadas de violencia, un respiro de
paz. A orar porque se acabe la
corrupción y la injusticia social causantes de esta guerra atroz.
Amado Señor: Gracias porque
sabemos que todo procede de ti: las vidas, el dinero, la fama, el poder están
en tus manos y eres el Único que puedes cambiar el corazón humano, trayendo
paz, perdón y reconciliación. Gracias por mi país: Colombia; la dejamos en tus
manos para que seas tú mismo dirigiendo esos diálogos y llevándonos a conseguir
la tan anhelada paz.
Un abrazo y bendiciones.
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